"¡Vamos, carajo, vamos!", gritó con el alma Álvaro Torres Masías, desfogando toda su cólera, al ser el primero en pasar la última boya de la competencia de remo coastal de los Juegos Suramericanos de Playa 2019, en Rosario, Argentina. Sobre su bote, su único compañero en esta travesía, el 'boga' peruano era una explosión de felicidad y emociones, palmoteando con fuerza el mar argentino. Uno. Dos. Tres. Euforia pura. Se había colgado el oro.
Y no era un triunfo más: había ganado estando solo, en país ajeno –sin entrenadores ni preparadores físicos ni asistentes ni compañeros ni nadie– y en un momento bastante complicado para el remo peruano.
A días del inicio de la competencia, a mediados de marzo, la Federación Peruana de Remo no tenía presupuesto para mandar a su delegación. La Dirección Nacional de Deporte de Afiliados (DINADAF) del Instituto Peruano del Deporte (IPD) les había congelado la subvención por problemas con los dirigentes.
Los perjudicados eran los remeros nacionales: se quedarían sin competir en un torneo de nivel, que serviría de preparación para los Juegos Panamericanos Lima 2019. Lo que más les dolía, según el propio Torres, de 26 años, era que "teníamos bastantes probabilidades de ganar medallas". Pero ya no había vueltas que dar. La participación estaba cancelada.
"La Federación me dice que no, que no había posibilidades de ir, así que programé un viaje con mis amigos. Sentí pena porque habíamos entrenado mucho", cuenta Álvaro, quien visitaría Cusco viernes, sábado y domingo, y regresaría el lunes; sin saber que la historia estaba a punto de dar un giro de 180 grados.
El jueves, a un día de su viaje, lo llamaron desde la Federación de Remo. Le dijeron que tenían presupuesto para mandar a una persona a Rosario –los mismos dirigentes había juntado el dinero de su bolsillo– y querían que él vaya. Álvaro había quedado primero en la clasificación para esa competencia y era el que más posibilidades tenía de colocarse una medalla en el pecho.
El primero de los varios problemas que se avecinaban era que volvía el lunes a Lima y la regata, en Rosario, era al día siguiente. Sin embargo, pudo hacer todos los trámites y cambió su vuelo. "Regresé de Cusco el domingo al mediodía, hice rápido mi maleta y a las 10 de la noche partí a Argentina. Llegué el lunes a las 6 de la mañana", relata.
Como llegó, se quedó: solo. No lo acompañó ningún dirigente ni miembro del equipo técnico de la selección. Tampoco tenía algún contacto al cual recurrir. Perú participó en otros deportes también, pero ellos sí se organizaron y ya estaban allí. De alguna manera sirvieron de soporte emocional para Álvaro, pero al momento de competir, era él solo contra el resto del continente, cuyas delegaciones de remo estaban completas.
"Descansé toda la mañana y me fui a la cancha en la tarde. Medí mi bote y felizmente unos voluntarios del torneo me ayudaron y quedé listo. Me levanté el martes y había lluvia, tormenta y un viento asqueroso, era imposible salir a remar, y para mi suerte la regata se postergó un día. La pasaron para el miércoles. Me sirvió para descansar porque había estado de viaje en viaje", rememora el 'boga' peruano.
Salvo por la ayuda de los voluntarios, Torres tuvo que hacer todo por su cuenta: armar su bote, medir sus horas de sueño, saber en qué momento ir a la cancha, ubicarse, comer, entre otras actividades. Tuvo que ser su propio entrenador y su propio preparador físico para salir adelante, algo inconcebible en una competencia de alto nivel. Al otro lado, los remeros de otros países tenían un equipo detrás preocupándose de la logística.
El día de la regata, la desventaja fue más evidente. "Me daba bronca ver a mis rivales descansando, sentados con las piernas arriba y tomando agua, mientras yo le daba vueltas al bote, lo revisaba aquí y allá y de igual forma con mis remos", cuenta Álvaro, quien además llegó muy temprano a la cancha, para hacer solo y con tiempo lo que, en otras delegaciones, dos o tres personas hacían. A diferencia del martes, era un día soleado. Y como el sol no sale para todos, estaba decidido a ser él el iluminado.
Y ocurrió. Álvaro consiguió la presea de oro en Rosario 2019, evento deportivo en el que Perú quedó segundo en el medallero general. La Federación y sus compañeros no pudieron apoyarlo desde el lugar, pero es seguro que desde Lima le estuvieron mandando las mejores vibras. El 'boga', además, contó con los vítores de un amigo argentino que conoció en esos difíciles días: "Cuando crucé la meta, él gritó: '¡Bieeeen, Álvaro!'. Y su enamorada replicó: 'Oye, ¡pero el argentino va tercero!'. Fue gracioso y alentador que haya celebrado mi resultado".
Tras su victoria, Álvaro se comunicó con el presidente de la Federación de Remo. "Me agradeció infinito por haber ido y por haber ganado. Me dijo: 'Mira, no será el mejor resultado de la historia del remo peruano, pero por el momento que estamos pasando con el IPD, esto es un golpe para ellos y es una gran alegría para nosotros'".
"Fue la primera vez que me iba competir completamente solo y me emocioné demasiado cuando cruce la meta. La medalla de oro acabó siendo un llamado de atención (al IPD): la selección de remo pudo haber ido y ganado muchas más. El triunfo se lo dediqué a todo el equipo con el que venía entrenando. Así como yo, varios merecían estar ahí. Me hubiese encantado haber ido con todos ellos y haber sumado tres o cuatro medallas más", prolonga el remero nacional.
Álvaro se paró en lo más alto del podio en Argentina estando solo y esta experiencia deberá usarla en los próximos Juegos Panamericanos. Es candidato a ganar una medalla en una de las cuatro categorías de remo en las que participaremos. Repetir el éxito de Rosario es una posibilidad muy alta (algunos de los competidores en Lima 2019 serán los mismos que estuvieron en Argentina). Claro, con una gran diferencia: ahora sí contará con el apoyo de todos sus compañeros y con el de la hinchada peruana. Solo debe hacer algo que sabe muy bien: remar con todas sus fuerzas.
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