La NBA es un lugar privilegiado para muy pocos. Llegar hasta ahí supone tener la capacidad intuitiva de hacerle frente a la presión que significa estar entre tantas estrellas. Sin embargo, hay jugadores como Kyrie Irving que han tenido el don de adaptarse rápidamente al contexto gracias a un nivel de autosuficiencia altísimo. Y es que a lo largo de su carrera, el base de los Brooklyn Nets ha demostrado tener una personalidad única –a veces contradictoria– que ha ido de la mano con su innegable talento.
Con la misma agilidad que cuenta para driblar y escabullirse por los lugares más impensados de la cancha, teniendo incontables rivales enfrente, Irving suele rodearse con mucha facilidad de un aura de polémica, intercalando sus declaraciones con sus acciones hasta conseguir que el resto lo mire con cierta desconfianza.
Lo normal sería que se hable de un jugador por lo que hace con la naranja. No obstante, el basquetbol no deja de ser un espectáculo desde todos los ángulos y por lo mismo necesita de un tipo como Kyrie para maximizar su resonancia, por más contraproducentes que puedan llegar a ser si se salen del cuadro.
El chico antivacunas
El último embrollo en el que se ha metido Kyrie Andrew Irving (Melbourne, Victoria, Australia, 23 de marzo de 1992) es en el de las vacunas contra la COVID-19. Aprovechándose de que no es una norma impuesta por la NBA para los jugadores –y sí para entrenadores y árbitros–, el de los Nets se ha negado a vacunarse. En principio, esto no podría significar mayores inconvenientes para él, pero sí para su equipo. Hay ciudades como San Francisco y Nueva York que tienen leyes independientes que obligan a las personas a contar con la dosis completa para tener acceso a lugares cerrados con gran afluencia de público, como las canchas para los partidos.
La idea que sostiene Kyrie Irving es la de disputar solo los encuentros en los que los Nets jueguen en las ciudades más permisivas con la vacunación. Pero la situación no es tan sencilla como eso, pues si la NBA se muestra flexible ante este capricho del jugador, podría generar un precedente bastante incómodo para los demás miembros de la franquicia.
El origen de todo
La personalidad del nacido en Australia no se explica solo en estos conflictos en los que suele meterse a causa de su acalorado comportamiento, sino en cómo fue criado desde que arribó a los Estados Unidos y tuvo que soportar, junto a su hermana y su padre Drederick, la temprana muerte de su madre Elizabeth cuando él tenía cuatro años.
Fue precisamente Drederick Irving quien se quedó como el líder de una familia golpeada y tuvo que refugiarse en múltiples trabajos, no solo para olvidar la pérdida de su amada, sino también para sacar adelante a sus dos desamparados hijos.
Kyrie, por su parte, fue absorbiendo las enseñanzas de su padre como un aplicado alumno. Este, quien había llegado a jugar profesionalmente en Australia tras no cumplir las expectativas del Draft de la NBA, vio en su hijo la posibilidad de depositar todos sus sueños frustrados hasta llevarlo al estrellato.
No fue una tarea fácil para ninguno de los dos, ya que por más que existiera determinada complicidad por ser padre e hijo, Kyrie Irving tenía para entonces un complejo de inferioridad que no le permitía explotar todo su talento. Drederick tuvo que intervenir para cambiarle esa mentalidad, llevándolo a escribir en la pared de su cuarto la frase “iré a la NBA” con un apartado que decía “promesa”, el cual iba subrayando cada vez que necesitaba recordarse así mismo cuál era su objetivo.
“Tuve que autoconvencerme de que podía ganarle, y que, si le ganaba a él, podía ganarle a cualquiera”, comentó Kyrie años después, en alusión al día en que venció a su padre 15-0 en uno de los duelos que solían tener. Aquel momento, además de ser una anécdota que grafica el vínculo con el principal impulsor de su carrera, define aquella frase que se dice cuando “el alumno supera al maestro”.
Los conflictos de un chico especial
Cuando creció y tuvo que asumir la responsabilidad de dejar de ser una promesa para convertirse en una realidad, Kyrie Irving cambió la pared su cuarto por una libreta de apuntes muy especial en la que escribía muchas de las cosas que no sabía cómo expresar. “Es hora de mostrarle al mundo lo que realmente eres y quién es el mejor del país”, escribió en junio de 2009, dos años antes de sorprender a todos en el Draft de la NBA y ser fichado por los Cleveland Cavaliers como el mejor rankeado.
Sus metas siempre fueron claras, incluso antes de comenzar su primera temporada en la división estelar. “Objetivos 2011-2012 Temporada Novato NBA”, era el título de uno de los apartados en su libreta. Debajo escribió el reto que se había propuesto: “Rookie of the Year (novato del año)”. No era una demostración de osadía ni la propuesta avezada de un chico desubicado, sino la confirmación de que el proveniente de la Universidad de Duke –una de las más tradicionales de la competición universitaria– había llegado a la NBA para resonar desde el primer día. Y lo consiguió sin mucho esfuerzo pero con una seguridad descomunal: fue elegido el novado del año con 117 votos de 129 posibles.
La carrera de Kyrie Irving continuó en ascenso sin parar, demostrando año tras año que la formación al lado de su padre fue la mejor que pudo haber tenido. En 2013 fue votado All-Star, mientras que en 2014 fue el jugador mejor valorado del All-Star. Entre las temporadas 2014-15 y la 2016-17 conformó un tridente imparable junto a LeBron James y Kevin Love, ganando el Campeonato de 2016 y llegando a tres finales consecutivas. No obstante, a pesar de estos días de gloria, su personalidad comenzó a sentir los más duros conflictos para sostenerse.
Lo suyo era hambre de todo, desde las victorias hasta el único y solitario reconocimiento para su nombre. Por esos días le costó asumir un papel secundario bajo la sombra de LeBron James, especialmente porque sentía que su nivel como base de los Cleveland Cavaliers merecía más reflectores. Ese grado de autosuficiencia que fue construyendo desde los días de entrenamiento en la cochera de su padre, terminó convirtiéndose en un arma de doble filo.
La derrota en la final de 2017 fue la gota que derramó el vaso y decidió salir de los ‘Cavs’ para renovar sus motivaciones en un equipo donde él fuera el centro de la atención con un rol protagónico. En 2011 había escrito en su libreta una frase que define perfectamente su fichaje por los Boston Celtics: “Alimentar al monstruo. Probar que todos están equivocados”.
Un ‘monstruo’ insatisfecho
En su nuevo equipo Kyrie Irving se sintió más libre y con la presión personal que emanaba de su ego, la cual le exigía erigirse como líder de los que él consideraba “el resto”. Sin embargo, por más que derrochara su talento con autonomía, se golpeó contra el piso cuando los Bucks evitaron que los Celtics pasen a la final de de la Confederación Este en 2019. Esa derrota en las semifinales no hizo otra cosa que sacar su rostro más confrontacional, tildando a sus compañeros como “los jóvenes que no saben lo que conlleva alcanzar el nivel de un equipo campeón”.
Su paso por los Boston no fue bueno, pero en lugar de centrar la opinión de la prensa en los resultados obtenidos en el campo, su comportamiento tan desintegrador lo llevó a ser visto con ojos inquisidores de hasta sus más fieles seguidores. A manera de redención, antes de marcharse a los Brooklyn Nets se disculpó públicamente con sus compañeros y con Lebron James, reconociendo que la manera que manejó su salida de los Cleveland Cavaliers no fue la mejor. “No lo he hecho bien, no he dicho lo más correcto en algunas ocasiones”.
Con los Nets ha mantenido un nivel acorde a lo esperado de un jugador de su talla, pero aun así no ha evitado estar lejos de los lentes hambrientos de polémica. La prensa siempre le recuerda sus traspiés como buscando que pierda la cordura, sobre todo desde que declaró que todos ellos eran “unas marionetas” que solo buscan distraer al público a costa del talento de los jugadores. Esa desvinculación de los medios de comunicación lo ha llevado a recibir más de una sanción por parte de la NBA cuando se ha negado a declarar antes y después de los encuentros.
Kyrie Irving nunca dejará de ser un tipo contradictorio, pues sus contradicciones alimentan su imagen y esta se mantiene vigente para sostener el espectáculo. Un día puede estar en un altar por promover una política antirracista tras el asesinato de George Floyd en 2020 –incluyendo la donación de 1.5 millones de dólares a las jugadoras de la WNBA para apoyarlas luego de negarse a reanudar el torneo en plena pandemia–, y en otro puede descender hasta lo más bajo del infierno por no querer vacunarse. Así es él, un incomprendido con un enorme talento para eludir rivales, pero también para meterse en problemas.
Recibe nuestro boletín de noticias: te enviaremos el mejor contenido deportivo, como siempre lo hace Depor.
TE PUEDE INTERESAR
- “Tuve que solicitarle a mis amigos que me compraran comida”: el triste relato de Mark Philippoussis
- Adiós, leyenda: Manny Pacquiao anunció su retiro del boxeo para dedicarse a la política
- Renzo Manyari: “Son nuevos vientos y es hora de refundar el deporte peruano”
- Y alcanzó las 100 victorias: Lewis Hamilton se llevó el GP de Rusia por el Mundial de la F1