El jueves, después de la derrota en Bilbao, Quique Setién dijo que había ido todo bien excepto el resultado. Saliendo de San Mamés, seguidores del Athletic de Bilbao también me reconocían que no entendían como estaban celebrando la clasificación por Copa. El Barça había estado superior, pero le había faltado –solo– puntería, lo mismo que le complicó la vida ayer en otro de los campos más calientes de LaLiga.
En fútbol, ya lo escribí una vez, es cuestión de ser contundente en las áreas. Si eres sólido en defensa y eficaz en ataque, raramente vas a perder un partido. Pero de momento, el Barça de Setién, al contrario del de Valverde, parece que domina más, pero le cuesta ser contundente.
El Betis tuvo suficiente con aprovecharse de dos errores blaugrana -unas manos dentro del área de Lenglet y una pérdida garrafal de Vidal en una zona delicada- para ponerlos contra las cuerdas. Solo Messi, secundado por un excepcional De Jong, renacido con el nuevo técnico, pudieron igualar las cosas en un partido que se convirtió en un correcalles.
Y ahí apareció la mano de Setién, que sabía que necesitaba control e hizo entrar a Arthur, un jugador que dio un poco de pausa y permitió al Barça defender con balón, una de las ideas que se están recuperando. Las intervenciones del nuevo técnico siguen notándose. Yo veo otro Barça, con otras ideas, con más movilidad, con más intención y que evoluciona favorablemente, pero siendo consciente que hace falta tiempo y paciencia para ir desplegando poco a poco toda su idea.
El juego no cambiará de la noche a la mañana, y también lo debían saber en la directiva cuando se decidieron por cambiar de técnico a medio curso. Por eso, si lo que se debe pedir no son resultados a corto plazo, veo brotes verdes con el nuevo método. Es el camino a seguir.
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