Ni el campeón de Liga ni el de Copa jugaran la final de la Supercopa. El Madrid, en cambio, después de una temporada nefasta, podrá optar a un título en el que se le metió con calzador. Quedó tercero en Liga ¡a 19 puntos del Barça!, quién también lo eliminó en semifinales de Copa. Pero por glamour, entró a una final four con mucho dinero por medio, igual que el Atlético.
La Supercopa nació en 1982 para determinar un supercampeón entre el ganador de Liga y de Copa. Hasta 1996, si un equipo ganaba los dos títulos, se le coronaba como campeón sin necesidad de jugar ningún partido. A partir de entonces, si se producía tal coincidencia, jugaban campeón de Liga contra subcampeón de Copa, como el año pasado con el Barça-Sevilla que se llevó el conjunto catalán.
Ahora, los 120 millones de euros por 3 ediciones que le va a pagar el régimen dictatorial de Arabia Saudí a la Federación Española cambian las cosas. La competición ya no es ni Supercopa ni se juega en España. Para mí, el formato es más atractivo, las fechas también y desde la óptica mercantil, que es lo que predomina en el fútbol moderno, la cantidad de dinero justifica el cambio. Pero éticamente es mucho más difícil de entender.
Organizaciones como Amnistía Internacional denuncian que esta maniobra futbolística solo sirve para colaborar en el blanqueo de la imagen de un país que vulnera sistemáticamente los derechos humanos, especialmente de las mujeres. Delante de eso, el fútbol, el VAR y el mejor Barça de la temporada pese a un desenlace injusto quedan en segundo término.
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