De nuevo bajo el impulso de Lionel Messi, de principio suplente y a la hora, con 1-1 en el marcador, un recurso indispensable, el Barcelona doblegó al Leganés, respondió a la presión del Atlético de Madrid y mantuvo las distancias en la cima con un triunfo con dosis de polémica por el 2-1 de Luis Suárez.
Sin el oportunismo del atacante uruguayo, con la discusión de si su gol fue falta o no sobre Iván Cuéllar -no lo fue ni para el árbitro De Burgos Bengoetxea ni para el VAR, sí para el Leganés-, no habría sido posible el 2-1, pero ni mucho menos sin la parábola con la izquierda de Messi. Para completar su actuación, marcó el 3-1.
El argentino empezó en el banquillo. Desde allí vio el 1-0 de su compañero Ousmane Dembélé en el minuto 32, un certero toque con el interior del pie derecho a centro de Jordi Alba que fue inalcanzable para Iván 'Pichu' Cuéllar, ya calentaba cuando el Leganés igualó por medio del danés Martin Braithwaite en el 58 y entró de inmediato.
No esperó más Ernesto Valverde. El partido exigía su rescate. Y cumplió de nuevo con las expectativas, con la dependencia que muchas veces tiene su equipo de él. Mientras Dembéle se marchó instantes después lesionado, lastimado en su tobillo, Messi asumió la responsabilidad de la pelota, con todo lo que supone para su Barça.
A veinte minutos del final, suya fue la rosca y la jugada que provocó el 2-1. A su parábola con la izquierda, a la escuadra, voló Cuéllar como también lo hizo a toda velocidad Luis Suárez hacia el rechace. Su remate terminó en la red entre la polémica, entre las reclamaciones del Leganés por una posible falta sobre el portero.
No la entendió así el árbitro, De Burgos Bengoetxea, ni la consulta posterior el VAR. Para ambos fue gol legal. El 2-1 desató el triunfo, del que no tuvo la certeza el Barcelona hasta otra irrupción, la definitiva para el partido, de Messi, autor del 3-1.
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