En más de una década como futbolista profesional, Eden Hazard ha demostrado cada fin de semana que es capaz de hacer maravillas cada vez que la pelota llega a sus pies. Primero, en Lille de Francia (2007-2012), club donde terminó de pulir la envidiable técnica de su pierna derecha –aunque también domina la izquierda a la perfección– en la escuela de ‘Les Dogues’. Los ‘scouts’ de Chelsea y otras instituciones de Europa ya se habían fijado en el habilidoso jugador nacido en La Louvière. Los millones de Román Abramóvich superaron otras ofertas y, además, la propuesta deportiva convenció a los padres del ‘Duque’ que arribó al norte de Londres en junio del 2012, lugar que convierte el patio de casa cuando ingresa al campo de Stamford Bridge.
La relación entre Eden Hazard y el fútbol va más allá de todos los resúmenes transmitidos en los canales de televisión dedicados a los deportes o los goles, gambetas y regates publicados en videos de YouTube que duran más de cinco minutos. La estrella de la Selección de Bélgica tiene vínculos más profundos con la pelota incluso desde antes de conocer el mundo hace 27 años, el 7 de enero de 1991, en el centro oeste del país europeo.
Cuenta la historia que dentro de un estadio de fútbol nació el amor, Thierry y Carine –los padres del ‘Duque’– se conocieron e iniciaron un romance cuando la década de los ochentas estaba a punto de llegar a su final. Pero ¿qué de extraordinario tiene que una pareja se conozca en un recinto deportivo? Ambos eran futbolistas. El papá, un rústico mediocampista que se movió en varios equipos semiprofesionales que aspiraban cada temporada en conseguir el ascenso. Mientras que la madre, más talentosa, paseó su fútbol en clubes de la máxima categoría en el balompié femenino.
Con el inicio del verano en Bélgica, Carine recibió una noticia inesperada. Ella venía de anotar goles con su equipo y estaba voceada para formar parte del combinado nacional. Corría junio de 1990 cuando el médico le informó: “en estas condiciones usted no va a poder seguir jugando”. Sonrió, esa fue la primera y única reacción antes de abandonar el consultorio y luego de oír que estaba esperando un bebé. “Todavía jugué algunos partidos estando embarazada. Eden ha marcado goles incluso antes de nacer gracias a mí”, bromea.
Con su primogénito en camino, Carine tomó la difícil decisión de colgar las botas. Mientras que Thierry siguió jugando en el mismo circuito de siempre por un tiempo más. Con el nacimiento de Eden Hazard, el padre también dejó la actividad para dedicarse al cuidado de su pequeño. Pero la pareja nunca quiso desligarse del deporte y mucho menos de fútbol. Por ello, ambos se dedicaron a la enseñanza de esta actividad. De paso, el pequeño ‘Duque’ adquirió, o quizás heredó, todas las habilidades de sus progenitores. De hecho, los papás del volante son responsables de la vocación del hombre de Chelsea, quien creció y se formó en un ambiente donde la pelota de fútbol estuvo presente en todo momento.
Aunque no pudieron continuar sus vidas como futbolistas, Thierry y Carine recibieron un regalo divino: no solo Eden se dedicó al balompié. Thorgan (24) es centrocampista del Borussia Mönchengladbach de Bundesliga. Kylian (22) se unió en agosto del 2017 al equipo reservista de Chelsea, después de pasear su juego en su país y Hungría. Por último, Ethan (14) juega en la academia del Tubize en Bélgica y es él quien sueña ser como el mayor de todos, “es mi ídolo”. Aunque a veces su madre le prohíba jugar en la sala de la casa.
Así es la familia Hazard: oriunda de La Louvière, fanática del fútbol desde el vientre de Carine; amante del deporte rey y con espíritu amateur como Thierry; talentosos y geniales como Eden; incansables y batalladores como Thorgan; insistentes y constantes como Kylian: y llenos de sueños como Ethan. Por eso, el ‘Duque’ quiere llevar a los más alto a los ‘Red Devils’ en la Copa del Mundo. Lo hará por toda Bélgica, pero especialmente por ellos, su incomparable familia.