Es conocido el dominio, quizás absoluto, de China en deportes como el tenis de mesa, bádminton o la gimnasia. De hecho, en los Juegos Olímpicos ya se han visto los resultados en los medalleros: primero en Pekín 2008, segundo en Londres 2012 y tercero en Río 2016. Y siempre haciéndole frente a los gigantes como Estados Unidos o Reino Unido.
Pese al dominio en deportes olímpicos, en China se han olvidado del más popular: el fútbol. Con una sola participación en el Mundial Corea-Japón 2002 y una liga local, hasta hace una década poco conocida, y sin estrellas – a nivel de Selección - como las que tiene Japón o Corea del Sur en Europa, el gigante asiático se ha viso relegado por mucho tiempo en el orbe que crece diariamente en cuanto a fanáticos en el estadio como usuarios en Internet.
Los días del fútbol, como deportes de segunda orden en China, ya terminaron. De hecho, el presidente Xi Jinping sueña con una revolución con un plan ambicioso que está en marcha desde hace algunos años. Sin embargo, y claro, los primeros resultados, de los tantos objetivos planteados, se verán en algunos años, como todo proyecto deportivo.
“Volvernos a clasificar para un Mundial, acoger una edición... t ganar un Mundial”, dijo el actual mandatario en 2011. Y es que China tiene como meta ser poderoso en el fútbol, tanto como lo es en el ámbito económico. De momento, la Superliga se está haciendo popular con incorporaciones importantes, empresarios que apuestan por el fútbol y, desde ya, tiene presencia en Europa con la compra de clubes tradicionales como el AC Milan, el Inter o Atlético de Madrid. China revoluciona en la economía, ahora lo hace con el balompie.
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