Dicen que el fútbol no conoce de merecimientos y hasta en ocasiones es injusto. Y no hay nada más cierto que eso, porque Alianza Lima no mereció ese empate 1-1 ante Universitario de Deportes en el Monumental. Solo pateó una vez al arco y, precisamente, en ese remate de Gabriel Costa marcó el gol que le puede dar el tricampeonato el próximo miércoles en Matute. Si somos justos, la ‘U’ hizo todo para ganar. Perdón, la ‘U’ mereció ganar. Sin embargo, lo impredecible de este deporte es que no siempre gana quien más lo busca. Y Alianza se aferró a esa única oportunidad que tuvo para no agonizar y revivir al minuto 94. Nada más alejado a la realidad.
Lo que sucedió en el templo crema calza perfecto en una novela de ciencia ficción. Universitario fue un equipo agresivo desde el primer minuto, porque el libreto era precisamente ese: conseguir el gol en el primer tiempo. La intensidad que mostró el cuadro de Jorge Fossati sometió a un Alianza Lima irreconocible, errático y desordenado. La constancia fue la mejor arma de los cremas y bajo esa premisa el gol tenía que llegar pronto... Pero no llegó, porque el VAR entendió que hubo falta de Alex Valera sobre Ángelo Campos en ese balón dividido que terminó dentro de las redes rivales a los 17′.
La desazón por el gol anulado quedó en el paladar de los merengues desde entonces. Era claro el malestar por la decisión que no despejaba las dudas, sino que alimentaba la incertidumbre y los reclamos en la cancha. A raíz de esa jugada, el partido fue más friccionado, más intenso y más de la ‘U’. Los cremas mantuvieron el pie en el acelerador buscando la forma de vencer a Campos y en esa dinámica opacaron al rival de siempre. Los intentos de Valera a los 23′ y 27′ tampoco encontraron destino de gol, mientras que Edison Flores alarmó al arquero blanquiazul con un remate que pasó cerca del palo derecho.
Al frente, Alianza Lima seguía adormecido. Muy poco de Franco Zanelatto en ataque, Hernán Barcos parecía desconectado de su volante y Jairo Concha estuvo alejado del juego. No había ideas, tampoco inventiva. Lo que sostuvo al equipo de Mauricio Larriera era su defensa. Pablo Míguez y Yordi Vílchez tuvieron un trabajo sacrificado para cortar las jugadas y evitar la caída de su arco. Los íntimos aguantaron a la ‘U’. Esa fue la realidad, pero no deja de ser un recurso válido en los partidos, sobre todo en las finales cuidar el cero en campo propio. El problema vino después.
Era urgente tener más el balón y sacudirse de aquella presión rival. Larriera envió a Bryan Reyna a la cancha y sacó a Zanelatto para darle velocidad por izquierda, pero la ‘U’ consiguió lo que no pudo lograr en el primer tiempo. Tras aviso del VAR, Kevin Ortega cobró mano de Barcos en el área y Valera aprovechó esa oportunidad para marcar el 1-0 a los 63′. Un gol justo, porque los cremas eran superiores y lo habían buscado más que su rival. La ventaja era merecida, pero no definía nada.
Larriera replanteó al verse abajo en el marcador y puso a Carlos Zambrano, Pablo Sabbag y Gabriel Costa conforme avanzaba el partido. Fossati, en cambio, empezó a guardar a algunos jugadores quizá pensando en cuidarlos para la revancha o darle otro aire a su equipo. Su error fue sacar a quienes mejor jugaban: Edison Flores, Piero Quispe, Alex Valera y Martín Pérez Guedes. Ese desequilibrio, sumado al cansancio por la intensidad de los primeros minutos, hizo que la balanza se equilibre un poco. Alianza empezó a tener más la pelota; mientras que la ‘U’ estuvo más cerca del segundo.
Y en los clásicos, sobre todo en las finales, perdonar es imperdonable, aunque suene paradójico. En una jugada casi aislada, con el corazón más que con la razón, Sabbag le gana en la fricción a Corzo y saca un pase a la espalda de Polo para encontrar a Reyna. El atacante blanquiazul hizo la diagonal, pisó el área y asistió a Costa, quien definió al lado derecho de José Carvallo y puso el 1-1 en los descuencos, cuando el partido agonizaba y la ‘U’ esperaba la celebración. ‘Gabi’, uno de los más cuestionados en los últimos partidos, apareció para callar las críticas y dar el golpe de autoridad, de experiencia. Aquel gol fue el reencuentro con el romance, con ese amor que parecía olvidado y que hoy lo acerca más al tricampeonato.
En la única que tuvo, Alianza Lima la mandó adentro. Por algo es el bicampeón, por algo jugó las últimas dos finales, por algo es el favorito. Y ahora, con ese empate en casa rival, quedan 90′ en Matute para tocar la gloria. Con su gente, con sus colores, en su estadio y con su historia, la blanquiazul brilla más que nunca. Queda un paso más y ese es el más importante. Prohibido fallar.
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