El árbitro Gustavo Murillo termina el partido y el estadio Atanasio Girardot de Medellín se queda totalmente callado: Millonarios acaba de coronarse campeón de la Supercopa de Colombia, tras vencer 2-1 al local Atlético Nacional. El silencio se rompe cuando Hugo Gottardi –asistente de Miguel Ángel Russo– en lugar de dar la vuelta con el resto del equipo, corre hasta la cámara de la cadena RCN y, con la voz entrecortada, grita. Como para que todos sepan.
“Para vos, Miguel, que te recuperaste y vas a estar la semana que viene con nosotros. Todo esto es tuyo, esto lo armaste vos. Imaginariamente estás dando la vuelta con nosotros”.
Miguel es el ‘profe’ Russo, quien aquel 7 de febrero del año pasado había superado la batalla del cáncer de próstata –se dio cuenta de que algo estaba mal cuando orinaba (tenía un color oscuro)– y que días atrás había dado una conferencia de prensa. O, mejor dicho, una lección de vida.
Con muchos kilos menos y agradeciendo a su familia, directiva y médicos, Russo señaló: “Esto se cura con amor, nada más”. Luego llegaron los aplausos. Parecía que dejar de estudiar oncenas, para repasar con la misma paciencia el efecto de antibióticos y medicinas había terminado.
Pero le quedaba una batalla más: a las semanas le detectaron una bacteria intrahospitalaria. “Me tuvo a maltraer. Por suerte salimos, pero fue brava. No estaba preparado para esto. Me había preparado muy bien para la operación, pero no para esto”. Estuvo semanas internado y volvió a salir. Hasta con revancha le ganó a la muerte.
Cómo mira el fútbol
Como futbolista, jugó entre 1975 y 1988. Y dos cosas llamaron la atención de Miguel Ángel: que siempre vistió la camiseta de Estudiantes de La Plata y que creía en las cábalas. La primera de estas fue una mascota. Cuando debutó, cuentan que un perro siempre los acompañaba en el bus y hasta amarrado a la banca de suplentes durante cada partido. Solo lo escondían en el baño cuando llegaba un directivo o autoridad.
No fue la única: su otro amuleto era el polo que usaba debajo de la camiseta. Si se ganaba, no dejaba que llegue a la lavandería. “Todos tenemos algo que nos hace sentir más seguro. Yo hoy digo que no es cábala, sino costumbre”, mencionó en ESPN.
Hoy, como DT, su visión es otra. Se preocupa en ponerse al lado del arquero en cada entrenamiento, para ver cómo se ven los trabajos desde ese lugar y analizar cómo hacen algunos equipos para romper líneas por el centro y no por los costados.
También cree que la efectividad de la pelota parada tiene que ver con el ejecutante. Cuando quedó fuera de la nómina para el Mundial México 86 (su lugar lo ocupó Sergio Batista), el DT Carlos Bilardo le dijo: “Me vas a entender cuando seas entrenador”. Y Russo lo entendió todo: su hoja de vida (ver cuadros) no miente. Por eso se comprende que haya generado algo más que una ilusión en La Victoria.
Su nuevo barrio
En redes hay una imagen que más de un hincha íntimo ya tiene en el fondo de pantalla de su ‘cel’. Es Miguel Ángel Russo haciéndose la señal de la cruz , con el Señor de los Milagros que está en el estadio Alejandro Villanueva como fondo. El DT argentino no tiene más de tres días en nuestro país, pero sabe todo del club y, de hecho, del plantel.
Le dio ‘like’ a las ocho incorporaciones, tiene claro que Mauricio Affonso llegó a mediados del año pasado y anotó 10 tantos, que a los íntimos no les va del todo bien en la Copa Libertadores. Pero si está acá, con 62 años, es para asumir el reto, porque cree en este equipo, en el proyecto y, como él mismo dice, cree en algo que pocos tienen: historia.
“Soy respetuoso de la historia. Me gustan que mis equipos jueguen bien y en Alianza pasará eso”, mencionó en su presentación, el último viernes. Ya habló de sus intenciones, de todo lo que cree que puede lograr con el equipo. Hoy –ayer arrancó la pretemporada– solo toca dejarlo trabajar. Por supuesto, no será sencillo. Pero si algo quedó claro, es que el ‘Profe’ jamás se dará por vencido.