Por estos días debimos estar viviendo el inicio de las Eliminatorias. La cuarentena por coronavirus nos puso, en cambio, a buen recaudo. (Foto: AFP)
Por estos días debimos estar viviendo el inicio de las Eliminatorias. La cuarentena por coronavirus nos puso, en cambio, a buen recaudo. (Foto: AFP)

Solemos recurrir a la caprichosa nostalgia en momentos difíciles como estos. Rebuscar en el pasado aquellos recuerdos que anidan en nuestra memoria para robarnos, siempre que sea necesario, una sonrisa imaginaria. Ahí, en esas circunstancias, recordar un partido, una jugada, un jugador, una campaña producen la misma sensación que un beso o un abrazo.

Por estos días nos agarra la nostalgia por ir a la cancha. A la tribuna para gritar un gol o a la losa, donde todos alguna vez nos hemos sentido Messi o Cristiano Ronaldo. Porque una pelota, como pocas cosas en la vida, tiene la posibilidad de democratizar la alegría: todos podemos jugarnos el partido de nuestras vidas. No importa cuándo, ni dónde, ni cómo. Ni que sea del todo cierto. Con sentirlo así, basta.

De esos ratos felices urge, por ejemplo, Alianza. En combustión hace unos días hasta que se detuvo el fútbol. Un club ávido de buenos resultados, con una dolencia agravada por la alucinante inversión en un plantel que invitaba a soñar, pero que ha terminado echando a perder la ilusión y el proyecto de un técnico como Pablo Bengoechea.

Si todo esto ya era inquietante. La paralización obligará seguramente a un ajustón en el presupuesto, más aún cuando la nueva apuesta es el ‘Comandante’. Una salida de emergencia segura pero no barata, que dilata su llegada por los avatares mismos de la cuarentena.

Habrá que ver si esa alegría deportiva llega pronto. Que la nostalgia endulza pero no siempre alcanza.

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