“Será niña”, le dijo el doctor en la última ecografía. Era lo que Maqui Bravo y su esposo querían saber para la llegada de la bebé. Faltaba un mes. La tercera hija, la única mujer, la engreída. El nombre sería en honor a la Vírgen.
Luis Cueva, el papá, viajó a la frontera con Ecuador para comprar a buen precio todo lo necesario. No quería sorpresas. Lo que nadie esperaba es que quien naciera no sea María de Fátima Margarita, sino Christian Alberto.
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Pocas de las cosas que prepararon les sirvieron. Pero todo salió bien. ‘Cuevita’, quien desde el año vivió en Huamachuco, fue un niño sano y humilde. El ‘Enano’ o ‘Chancaquita’, como lo llamaban, nunca pidió grandes lujos: se contentaba con tener una pelota.
Ese gusto era herencia. Su ‘viejo’ jugaba en el Pedagógico de Huamachuco y lo llevaba como la ‘mascota’. ‘Lucho’ reconoció el talento. “Él les va a dar de comer”, decía a sus otros dos hijos, Jorge y Marcial. “Qué, ¿va a ser chef?”, bromeaban ellos.
No estaba tan lejos de la realidad. A los 14, en su debut con la selección de su ciudad, ante la Sub 20 de la San Martín, el DT Orlando Lavalle lo vio y lo pidió para el segundo tiempo.
El amistoso termi- nó 1-1. Ambos goles fueron suyos.
Lima ya lo esperaba. Lloró más de una vez extrañando, pero la lucha recién empezaba. Entre idas y venidas, pasó por siete clubes. Y cuando muchos lo creyeron un caso perdido, Ricardo Gareca lo rescató. A punta de gambetas y goles se volvió fijo en la bicolor.
Cayó mil veces, pero siempre se levantó. Un poco por la familia que le tocó y otro poco por la que él formó: su esposa Pamela, su ‘pollita’ –como él la llama– Brianna (3) y su segundo hijo, Luis Crissiano, quien nació poco antes del Mundial. No se preocupen por la prisa en el nombre. Ahora hay ecografías 4D.
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