Si hay un país donde el mandatario principal se rehúsa aún a promover medidas drásticas en toda su nación para prevenir el aumento de contagio por COVID-19 y que se descontrole el sistema sanitario, ese es Brasil.
Jair Bolsonaro se niega a contemplar la opción del distanciamiento y aislamiento social en todo el territorio a pesar de las consecuencias que se siguen viendo en países ejemplos como Estados Unidos, que ya cuenta con más de 200.000 contagiados en menos de 15 días.
Defendiendo esas libertades y la reapertura del comercio, Bolsonaro arremetió contra el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, a quien tildó de ‘falta de humanidad’ por no saber “conducir a Brasil en este momento”.
“Mandetta sabe que estamos divergiendo hace algún tiempo, pero yo no pretendo despedirlo en el medio de la guerra”, dijo Bolsonaro, un crítico feroz de las medidas de aislamiento social recomendadas por el Ministerio de Salud y quien hasta hace unos días menospreciaba y tildaba al coronavirus de “gripecita” o “resfriadito”.
“Él quiere hacer mucho su voluntad”, pero “le deseo suerte y espero que prosiga en su misión con un poco más de humildad”, agregó Bolsonaro.
“Tengo un proyecto de decreto listo para ser firmado, en caso de que sea necesario, considerando como actividad esencial toda aquella ejercida que sea indispensable para llevar el pan a casa”, expresó el mandatario instando a sus ciudadanos a volver al trabajo, y pidió además a los gobernadores que “revisen sus posiciones”.
“Tenemos que prepararnos para volver al trabajo, porque tarde o temprano eso va a pasar. Ya sea por la decisión de los gobernadores o del presidente”, recalcó. “Hay que combatir el virus sí, pero no podemos dejar que los empleos sean destruidos”.
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