Ayer terminó el Rally Dakar, que durante 12 días tuvo al mundo pendiente de los progresos de más de 300 pilotos en un recorrido de diez etapas por los más fantásticos parajes del sur de nuestro país. Impecablemente realizado, por primera vez íntegramente en el Perú, el Dakar nos llevó por rutas durísimas y nos regaló impresionantes postales del desierto peruano, surcado por los vehículos más alucinantes del planeta.
Fueron varias competencias en una. Mientras el resto del mundo seguía el duelo en coches entre el ‘príncipe’ catarí Nasser Al-Attiyah y los franceses Sebastien Loeb y Stephane Peterhansel, los peruanos hacíamos fuerza para que nuestro abanderado Nicolás Fuchs –que debió superar mil y un percances– completara el recorrido, contra viento y marea.
A nosotros nos fue mejor en quads, modalidad en la que los argentinos acapararon el podio –el ganador, Nicolás Cavigliasso se alzó con 9 etapas– y única categoría en la que un peruano, Emilio Choy, se coló en el top ten. Más cerrada estuvo la competencia en motos, con una definición dramática que coronó al autraliano Toby Price y castigó al chileno Pablo Quintanilla, escolta hasta la víspera, quien al final se tuvo que resignar con el cuarto lugar.
Acabado el Dakar, debemos destacar cómo este megaevento deportivo permitió al resto del planeta comprobar el enorme potencial que el Perú ofrece al rally de alta competencia. Más allá de que el Dakar se quede o no en la región, nuestro país ha demostrado que ofrece escenarios naturales privilegiados para competencias como ésta y que, si nos ponemos las pilas, bien podríamos albergar un rally extremo de categoría mundial.