El fin de semana ofreció el anhelado regreso de las grandes ligas del fútbol europeo a la acción con la vuelta de la Bundesliga, aunque en escenarios vacíos, alejados de sus fieles aficiones, a consecuencia de la pandemia del coronavirus. Sin embargo, lo que más duele -sobre todo- es ver como se festejan los goles sin las clásicas celebraciones entre compañeros.
Al mundo del fútbol, como al del resto de los ámbitos de la sociedad, no le queda otra opción que adaptarse a la situación de la COVID-19, que reinventarse. La Bundesliga alemana fue el primero de los grandes torneos domésticos continentales en reanudar la competición. En Europa, ya lo habían hecho en países como Bielorrusia o Islas Feroe. En Asia, Corea del Sur, Taiwán o Tayikistán ya habían reemprendido el camino.
En todos los casos la situación fue la misma. El fútbol regresó sin el calor del público y bajo estrictas medidas sanitarias. Vuelve a ir rodando el balón. Se espera que en las próximas semanas lo haga en otros países. Pero lo hace en medio de un silencio tan solo roto por los sonidos de los golpeos de los jugadores y los comentarios y exclamaciones de estos mismos. Los festejos de los goles son extraños. Todo es diferente.
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