El juego del Barcelona no es el que nos enamoró alguna vez. Es más, el golpe que sufrimos al saber que el tridente conformado por Messi, Suárez y Neymar no seguiría más, terminó por desencantarnos de un equipo que años atrás nos encandilaba con su juego, magia y títulos.
Con 222 millones de euros en la cartera, la respuesta inmediata a la salida de Neymar fue intentar acelerar el fichaje de Coutinho. Como no se pudo, se trajo a Dembelé que luego de unos partidos, se lesionó. El magro comienzo perdiendo la Supercopa de España ante el Real Madrid hicieron que las críticas a Valverde empezaran.
El técnico no las escuchó, y decidió ganar. Después de la lesión de Dembelé y de probar con Deulofeu, Valverde decidió olvidarse del tridente para armar un clásico 4-4-2, con Messi libre por el medio del campo y un Suárez movedizo y participativo. Las cosas empezaron a funcionar.
La magia y atrevimiento que perdió el Barcelona con la salida de Neymar supo ser compensada con orden táctico otorgado por Busquets, Rakitic, Iniesta y un sorprendente Paulinho, quien llegó al equipo como sustituto, pero ha sabido ganarse un lugar en la escuadra 'culé'. Esa volante de buen toque y recuperación es más que el brasileño que se fue es busca de protagonismo al PSG.
Lo mejor que le pudo pasar al Barcelona es que Neymar se vaya y se deshaga el tridente. La llegada de Coutinho y la presencia de Dembelé no forman un cuarteto de ensueño, aunque pueda parecer que sí. Lo que le dan a Valverde son variantes. Millonarias y muy costosas, pero variantes al fin. No es el Barcelona de años pasados, pero vaya que tiene un gran equipo.