Barcelona y Real Madrid empataron a cero por Liga Santander. (Getty)
Barcelona y Real Madrid empataron a cero por Liga Santander. (Getty)

Por: ADRIÀ COROMINAS [@adriacat]

Un Barça-Madrid es un partido diferente. Hay 22 jugadores, dos porterías y un balón como siempre, pero lo que genera cuando estás ahí es muy diferente a lo que puedes vivir en cualquier otro partido de fútbol (al menos en Europa). Empezando por el mosaico. 100.000 cartulinas que juntas dan personalidad y color al estadio más grande de Europa. Y continuando por el volumen, que rasca los niveles máximos de la temporada.

A veces, como ayer, este ambiente fenomenal se acaba convirtiendo en lo mejor del choque. Después de 17 años, aún con Van Gaal y Del Bosque en los banquillos, un clásico volvía a acabar sin goles. El partido, uno de los clásicos más decepcionantes y aburridos de los últimos años, confirmó lo que se arrastraba desde el inicio de temporada, que dos equipos con un potencial enorme pasan por un período de dudas.

El Barça tuvo problemas en la salida del balón, con Messi y Suárez descolgados arriba en tareas defensivas y provocando que el equipo se alargase. La presión selectiva que hace el conjunto blaugrana también provocó que solo a través de acciones individuales se rompieran líneas blancas. Pero esta vez no hubo la puntería que otras veces les ha valido para llevarse los tres puntos y camuflar el juego conformista de los de Valverde.

Mención especial requieren Piqué y Lenglet. Como suele pasar en los partidos sin goles, los centrales destacan y, en el mejor escenario posible, el catalán y el francés se graduaron como una de las parejas de centrales más fiables del momento.

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