El pasado 25 de mayo, en el estadio Benito Villamarín, el proyecto deportivo del Valencia CF de la mano de Marcelino García Toral llegaba a su pico más alto. El equipo ‘che’, que no conseguía un título desde el 2008, se consagraba campeón de la Copa del Rey ante el FC Barcelona. Menos de cuatro meses después, la dirección del barco parece haber cambiado de rumbo totalmente y, precisamente, antes de visitar el Camp Nou.
El miércoles 11 de septiembre, ante la incredulidad de los hinchas valencianistas, Peter Lim –dueño del equipo– destituía al entrenador que tenía todo el respaldo del vestuario (liderado por el capitán Dani Parejo), de la afición y que estaba a una semana de debutar en la Champions League ante el Chelsea, en Stamford Bridge.
Pero así como la noticia cayó por sorpresa, dentro de los vestuarios de Mestalla había olores de que algo así iba a suceder, tarde o temprano. Los roces entre el dueño, director deportivo (Mateu Alemany) y entrenador eran fuertes durante el mercado de fichajes e incluso se habló de una posible destitución de uno de los miembros, que derrumbaría consigo toda la pirámide.
“El detonante de mi despido fue haber ganado la Copa”, dijo en las últimas horas el ya exentrenador. Suena raro, pero para Lim el torneo doméstico parecía no ser prioritario si es que la clasificación a la Champions League se ponía en riesgo (el Valencia clasificó en la última jornada). “Todos queríamos luchar por ese trofeo y eso hizo que no sigamos con las directrices pactadas”, agregó.
La bomba terminó de explotar durante el último verano europeo. Era contradictorio que el dueño que quería sí o sí clasificar a la Copa de Europa no le de las herramientas necesarias a su club para, ya dentro, competir de la mejor manera posible. Rafinha, que al final terminó fichando por el Celta de Vigo, era el pedido de Marcelino al que hicieron caso omiso. “Quiero un jugador ofensivo y polivalente, pero no sé si podrá venir o no. Me gustaría saberlo”, había dicho meses atrás, dejando un mensaje claro.
Lo mismo sucedió en el caso de Rodrigo Moreno. Desde Singapur, su lugar de nacimiento, Peter Lim lo tenía claro. Con la oferta de 60 millones que había hecho el Atlético de Madrid por el delantero, el mandamás no tenía dudas: se tenía que vender; sin embargo, el entrenador otra vez pensaba distinto. “No me consta que estemos completamente preparados para la marcha de Rodrigo”, señaló sin antes agregar que “solo los cangrejos corren hacia atrás”. Había una indirecta bien directa para el continente asiático.
Una cuestión de interés
Cuando el dinero manda, todo se basa en intereses. En el caso del nacido en Singapur, quien tomó las riendas del cuadro ‘che’ en el 2014 cuando éste arrastraba una enorme deuda de la Fundación, todo se relaciona con el representante portugués Jorge Mendes, quien también es su amigo.
El Valencia, por lo tanto, se ha convertido en un negocio para dos hombres que solo piensan en el dinero y no tanto en los aficionados –que ya iniciaron una protesta vía Change.org para destituir al dueño–. Por eso, en los últimos años, el representante que, entre otros nombres, lleva la carrera de Cristiano Ronaldo ha pasado de tener 17 jugadores en el equipo valencianista a solo contar con 4 debido a las ventas que han significado porcentajes económicos para él.
Ejemplos de ello son Joao Cancelo, Rodrigo Moreno y André Gomes, tres futbolistas que llegaron desde el Benfica a pensar aterrizó Peter Lim en España. El negocio de Gestifute, empresa manejada por Mendes, empezaba a salir redondo, sobre todo cuando el lateral derecho fue fichado por lo Juventus por más de 40 millones de euros: la fluidez de las piezas empezaba a ser un ingreso perfecto para él.
Cancelo, con su venta al Manchester City, ha movido 125 millones de euros en los últimos 5 años, números que revalorizan el trabajo de Jorge Mendes, pero que terminan de dar a entender por qué mueve a sus jugadores donde les plazca, sobre todo si ese club es liderado por un amigo de los negocios.
El Valencia tiene una historia gigante. Es el quinto equipo más ganador a nivel local del fútbol hispano y el cuarto a nivel europeo, pero mientras se sigan tomando decisiones basadas en el dinero de los mandamases todo ese poderío histórico terminará quedando antes en los libros, que lo que se vaya a demostrar en las canchas.
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