El entrenador de fútbol cumple con una tarea ingrata dentro de un contexto futbolístico educado a criticar sobre el resultado del domingo. La dirección técnica, al igual que muchas profesiones, es una carrera que toma tiempo de estudio, sacrificio e innovación buscando siempre ser un poco mejor ¿Por qué, entonces, se la cataloga de manera diferente?
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Cuando el análisis se reduce a un simple número toda profesión termina resquebrajada. Dueño de la verdad es aquel entrenador que pudo coronarse campeón, sin mayor importancia sobre el trabajo diario que es, finalmente, para lo que fue contratado. Por otra parte, si no cumple con las expectativas impuestas por la sociedad, es un fracasado, su idea de juego es una mentira y su éxito pasado, si alguna vez lo tuvo, dependió, únicamente, de las cualidades individualidades que algún día tuvieron sus futbolistas.
Dejemos claro que sí, el fútbol es de los futbolistas. Son ellos quienes tienen la posibilidad de romper esquemas, ganar partidos y superar tácticas impuestas por el rival. Pero el jugador, también es cierto, puede crecer si el contexto en el cual se desarrolla es propicio para potenciar sus habilidades. Ahí empieza el trabajo de nuestro personaje.
El deporte rey es colectivo por naturaleza. El papel del entrenador, entonces, más allá de la creencia popular, está en generar relaciones entre sus dirigidos para encontrar los funcionamientos y automatismos adecuados. Así, el técnico busca superar el azar y encontrar, cada fin de semana, los argumentos necesarios para llevarse los tres puntos. Porque sí, todos trabajan para ganar y todos son resultadistas.
Ahora, el rival también juega y, en dicho contrincante, también trabaja un entrenador que, sorprendentemente, tiene los mismos objetivos. No las metas impuestas por la ya mencionada sociedad, sino aquellas que, día a día, te hacen tener una motivación para ir a trabajar. El análisis del otro, los trabajos particulares en los entrenamientos y el manejo del vestuario son algunas con las que tienen que lidiar.
Pero el fútbol, lamentablemente, se ha convertido en un negocio dictado por los intereses. Distintas personas, sin conocer la labor, sueltan términos de 'ganadores' o 'perdedores' e inician una corriente que empieza a llenarse de presiones inimaginables y desproporcionadas para lo que, finalmente, significa este deporte. Ganar ya no es una opción, sino más bien, una obligación.
Por eso, exigir triunfos, mas no trabajo, empieza a ser una mal acostumbrada tendencia que reduce el tiempo y alarga la mediocridad. Nadie tiene la capacidad de ganar siempre, pero sí la de seguir creciendo y hacer crecer a los demás. En eso consiste, al fin y al cabo, la labor de aquel profesional del deporte cuyas funciones están predispuestas, cada tres días, a las más feroces de las críticas sin fundamentación alguna.
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