En plena crisis mundial por el coronavirus y en la antesala de la Semana Santa, Ronaldinho vive su Vía Crucis en una pequeña cárcel de Paraguay. El ídolo de la sonrisa tatuada, que regaló los mayores actos de magia en una cancha –donde lo ganó todo–, hoy aparece como un vulgar preso.
‘Dinho’ ascendió a los altares del fútbol, pero acaba de descender a los infiernos. La triste historia tiene su propio Judas, que, cual Caín, lleva la sangre del protagonista. Sí, hablamos de Roberto, hermano y apoderado del ‘10’.
Roberto de Assis es nueve años mayor que Ronaldinho. También fue futbolista –militó en Gremio y clubes de Suiza, México, Japón, Portugal, y terminó en el Blooming boliviano–, pero se dio cuenta de que el negocio estaba en las piernas de su hermanito. Así, se convirtió en su representante.
A partir de entonces, ‘Dinho’, siempre divertido y con la sonrisa extrema, se despreocupó de los aburridos temas legales y económicos. Firmó (sin leer, seguro) todo lo que le ponía su hermano, y ya. Siguió haciendo lo que más le gusta: gozar de la vida nocturna y divertirse con un balón.
Dueño de la potente marca llamada Ronaldinho, Roberto incursionó en terrenos turbios: involucró al ídolo con una fundación de dudosa reputación e ingresaron a Paraguay con pasaportes falsos.
Ojo, los hermanos De Assis no están presos solo por esos documentos, también se les investiga por lavado de dinero y por su participación en una red criminal. ¿Sabrá ‘Dinho’ qué significa eso? Los devotos del buen fútbol -–que poco o nada sabemos de temas legales– solo queremos ver libre al ‘10’ que hoy cumple 40 años.
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