Estoy seguro que a uno de los pocos futbolistas que se le perdona todo es Christian Cueva, con quien se derrumba esa frase cliché que del amor al odio hay un paso. Tal vez lo sea para los amores intensos con futuros letales, pero este no es el caso. Al trujillano, hoy en Alianza Lima, lo queremos apretando los dientes. Cuando lamíamos la clasificación a Rusia 2018 con la selección peruana, en el repechaje contra Nueva Zelanda, hubo un pase que elevó al cielo a Cueva: cacheteó la redonda para el gol de Jefferson Farfán, y el Perú dejó de sonrojarse al compararlo como el mejor 10 de toda su historia futbolística. Y los peruanos juraron que, pase lo que pase, sería su amor eterno.