Este fin de semana se debe concretar la incorporación de Pedro Gallese al Alianza Lima. El golero viene cedido a préstamo por seis meses, procedente de los Tiburones Rojos de Veracruz, donde milita desde 2016. La movida no ha estado libre de polémica y muchos aficionados se preguntan si ésta representa un avance o un retroceso en la carrera del espigado arquero de la selección nacional.
A primera vista, no existe comparación entre jugar en la competitiva Liga MX y hacerlo en la flamante Liga 1. El torneo mexicano es, simplemente, muy superior al peruano en todos los aspectos: clubes, jugadores, estadios, auspiciadores, etc. Una liga donde, a diferencia de lo que vemos en nuestro medio, los partidos no se ganan en la mesa y los equipos no pierden puntos por tener futbolistas impagos.
El problema es que Gallese tapa en uno de los coleros del campeonato azteca, un club que no pelea nada y donde salvar la categoría parece ser la meta mayor. Para un portero, jugar en una escuadra de tan modestos objetivos puede ser terrible, porque más allá de su capacidad y buenos reflejos, al final acaba por acostumbrarse a recibir varios goles por partido y eso es malísimo para un cuidapalos.
Es verdad, además de competir en la Libertadores, con los íntimos Gallese deberá enfrentar en el torneo casero a varios rivales de dudosa jerarquía y ése no es un motivo para celebrar. Pero también es cierto que volverá a experimentar las exigencias de una institución grande, donde la obligación es entregar la valla invicta, y eso puede ser formidable para recuperar la mejor versión del meta del equipo de todos.