Christian Flores tiene 19 años y fue capitán de la categoría 2001 de la ‘U’, bicampeones de la Copa Federación (2018-2019).
Christian Flores tiene 19 años y fue capitán de la categoría 2001 de la ‘U’, bicampeones de la Copa Federación (2018-2019).

Christian Flores nunca ha agachado la cabeza y menos se ha dado por vencido. En su mente solo tiene presente un objetivo: debutar con el primer equipo de A pesar de las precariedades que le impone la vida, él siempre intenta salir con balón dominado, tal como lo hace en el mediocampo del equipo de reservas de la ‘U’ .

En febrero del 2017, ‘Ojitos’ Flores cumplía una de sus primeras metas. Gracias al exjugador de la ‘U’, Andrés ‘Balán’ Gonzales, se concretó su llegada a la categoría 2001 del cuadro crema. Sin embargo, tenía una primera dificultad a la vista. Llegar desde su casa, ubicada en Los Olivos, hasta Campo Mar, le traería un costo de 18 soles diarios. Un presupuesto que su familia no podía cubrir en su totalidad. Eso no fue motivo suficiente para que renuncie a su sueños.

El Perú es un país donde gran parte de su población se las ingenia día a día para llevar a sus hogares el pan diario. A falta de un trabajo fijo, la famosa palabra ‘recurseo’ ha imperado en nuestra sociedad por mucho tiempo. A sus 17 años, ‘Ojitos’ se sumó a ese gran porcentaje de la masa trabajadora de nuestro país. Si bien es cierto, él no tenía que llevar el pan diario a casa, trabajaba en lo que fuese para poder llegar a los entrenamientos con la ‘U’ y, más adelante, ser jugador profesional para ayudar así económicamente a su familia.

“He trabajado de todo literalmente para poder ir a Campo Mar”, afirma Cristian. Cada día de entrenamiento arrancaba dos horas antes para él. Desde la avenida Canta Callao hasta la sede de entrenamiento merengue hay aproximadamente 53 kilómetros. Su padre le entregaba 10 soles, después de separar los gastos del hogar y otras prioridades. Entonces ‘Ojitos’ se las tenía que ingeniar para cubrir el resto del presupuesto. Uno de los oficios que realizó por bastante tiempo fue ser cobrador de combi. Una labor que además de hacerle ganar 5 o 6 soles, también lo hacía viajar gratis hasta el paradero de la avenida Colonial con Faucett. Desde ahí se embarcaba en los famosos ‘Maleños’ rumbo a Campo Mar. Una vez en el bus interprovincial, aprovechaba el largo trayecto para tomar un descanso y retomar energías.

Trabajar en el transporte público no ha sido su único oficio. También se ha sabido ‘cachuelear’ de mesero, albañil y recolector de chatarra. Aunque el dinero no siempre se podía conseguir. “Había momentos donde por falta de plata no tenía ganas de ir a entrenar. Pero veía los ojos de mis madre y me alistaba de inmediato. Tenía que hacerme el dormido en los micros para no pagar pasaje. Se que eso está mal, pero no tenía de otra”, recuerda con nostalgia.

Su progenitor se dedica al servicio de taxi hace varios años. Con mucho esfuerzo junta centavo a centavo para poder ayudar a que Cristian cumpla sus sueños. No solo lo apoyaba con sus pasajes, sino también era capaz de sacar al crédito unos chimpunes por varios meses. “Mi padre me compraba con mucho esfuerzo mis chimpunes. Yo era muy feliz. Dormía con los zapatos de fútbol puestos. Y lo cuidaba a más no poder. Era consciente de todo el esfuerzo que hacía mi padre”.

El volante mixto de los merengues ha conseguido ser pieza clave en el equipo de reservas. Incluso también ha tenido la oportunidad de entrenar con el plantel profesional. Sus destacadas actuaciones no pasaron desapercibidas por la Videna. Fue convocado a la selección Sub-18 y también ha sido tomado en cuenta para la pre selección Sub-20. Su meta es disputar el Sudamericano de dicha categoría. La blanquirroja también está entre sus objetivo a corto plazo.

Actualmente divide sus días de la siguiente manera. Durante la mañana entrena con la reserva, por ahora vía virtual por Zoom. Al atardecer trabaja en lo que la calle le ponga al frente. Y por la noche se entrena físicamente en una cancha de losa muy cerca a su vivienda. Son actividades que nunca faltan en su rutina. Un mil oficios dentro y fuera de la cancha.

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