Rodrigo Ureña pesa alrededor de 77 kilogramos; pero en el mediocampo su masa adquiere un peso mucho mayor: tanto que pareciese atraer al rival hacia él para quedarse con la pelota de forma tan natural como caen las cosas al suelo producto de la gravedad. Es un mediocampista en Universitario, pero bien pudo ser maratonista o arquitecto. Tiene el don de correr por largos trayectos sin agotarse y el sentido artístico del cálculo.
Calcula bien el quite, para saber cuándo y dónde ubicarse según el trayecto de la pelota y luego viene el otro cálculo vital: determinar con exactitud y claridad a dónde llevar el pase, su destino final.
Es Rodrigo Ureña pero bien podría ser una 4x4 con un motor de 170 caballos de fuerza o un imponente faro que alumbra a Universitario.
Juega de volante mixto, pero también ha probado de central y de lateral derecho.
Llegó este 2023 a Universitario y aunque sus primeros partidos dejaron dudas, con Carlos Compagnucci como entrenador, fue bajo la batuta de Jorge Fossati que el chileno de 30 años encontraría el equilibrio necesario para calibrar su increíble capacidad de despliegue con el desgaste. En ese tránsito ha sido clave Martín Pérez Guedes el cambio de sistema al 3-5-2, que le ha permitido al mediocampista explotar al máximo su principal cualidad: la presión asfixiante a la que somete al contrincante en tres cuartos de cancha.
Le dicen el ‘Pitbull’ por la vehemencia y ferocidad con la que recorre la cancha. Pareciera que no se agota nunca, aunque ya lo hemos visto acabar los partidos como si hubiese pasado 48 horas corriendo por un desierto. Su buen estado físico y el respaldo de los tres centrales, que le ahorran ahora la necesidad de tener que bajar de central, le permiten centrarse en correr más y mejor.
Para Fossati es un jugador vital. Tanto así que es quien más minutos ha jugado en esta versión ganadora de Universitario, pese a perderse un partido por suspensión. Jugar tanto a tanta intensidad para el futbolista diestro, no es novedad. En la pasada temporada, con Deportes Tolima, también fue de los que más tiempo sumó en la cancha. Un total de 46 partidos en un año.
“Cuando yo me relajo, me cag... de risa, es cuando mejor me va. Puedo jugar en el Maracaná, pero es como si jugara en el parque con mis amigos. Es entrar a la cancha y divertirse”, dijo en una entrevista hace dos años con Hinchas de Pasión, un programa colombiano en Youtube.
No tiene 5 pulmones, pero parece. Y mucho.
“Normalmente soy de romper récords físicos, entrenando suelo correr 7-8 kilómetros”, contó cuando era jugador del América de Cali.
Lo que también tiene es entrega y convicción para jugar. Su ADN lo hace muy afín al perfil ideal para Universitario. Prefiere ser perfil bajo fuera de las canchas, pero como dentro de ella, suele ser muy directo, muy frontal cuando le toca dar su opinión. En Chile le decían ‘Loco’ por esa personalidad.
Se queda en un club mientras se sienta cómodo. Y su comodidad no tiene mucho que ver con el dinero, va más por el proyecto, la seriedad dirigencial y la confianza del técnico. En la ‘U’ debe sentirse a gusto. Por lo menos eso dice su juego.
Su historia está muy relacionada a Perú. Como si desde chico el azar lo implicara con nuestro país. Jugó el Sudamericano Sub 20 con Unión Española y enfrentó a Universitario y Alianza Lima en el Monumental de Ate.
Pero una anécdota aún más trascendental para su futuro sucedió en ese torneo. Cuenta que dos días antes de las semifinales, volviendo de entrenar, un agente de River Plate de Argentina lo interceptó en el lobby del hotel Sheraton para ofrecerle un gran futuro. Tenía 18 años y seguía sin contrato profesional. Al día siguiente, los directivos de Unión Española quisieron obligarlo a firmar un contrato poco conveniente. “Firmas o te subes al avión”, cuenta que le dijeron. Él no lo dudó. Se volvió a Chile y al poco tiempo, los tres clubes más grandes de ese país, Universidad Católica, Colo Colo y la U. de Chile le enviaron sus propuestas.
Unión Española le había ofrecido 4 años de contrato por 300 dólares mensuales. Él no jugaba por dinero, lo hacía por la gloria. Pero a los 18 años tenía pagar recibos, ayudar en casa, comprarse ropa.
Como años después en Universitario, a Ureña nunca le faltó el aliento para lidiar con los rivales.
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