Raúl Ruidíaz se ha convertido en el héroe de una prosa narrativa histórica que parecía imposible de escribir con la diestra o la siniestra, ante una potencia futbolística como Brasil. Pero 'la pulga' lo hizo posible, a su estilo, pero lo hizo, bajo el margen subjetivo e imperfecto al que está expuesto esta profesión que no conoce de justos y pecadores. Pero que sí sabe reconocer los trabajos con poder de convencimiento ganador, como el de Ricardo Gareca en esta Copa América Centenario.
A partir de ahora, la historia del balompié peruano contará a las próximas generaciones que hace tantos años existió un entrenador argentino dirigiendo a Perú en la Copa América Centenario y fue capaz de jugarse su propio clásico y eliminar de la contienda a la potencia Brasil, históricamente jamás eliminada en fase de grupos.
Y lo eliminó con un gol agónico protagonizado por un petizo de 25 años que emulaba en sus sueños estar a la altura de su ídolo Teodoro Fernández, el máximo goleador peruano en el certamen continental (15). Pero que finalmente no cargaba en el dorsal el nombre de Claudio Pizarro, menos el de Juan Vargas.
Y es que hoy es necesario remarcar que Ricardo Gareca se la jugó por armar en esta Copa América Centenario un 11 con 8 o 9 jugadores del Torneo local; ese torneo defectuoso que parece improvisado, que nadie quiere jugar pero que todos quieren jugar para dar el salto a Europa o a una liga más competitiva.
La figura de Ruidíaz se ha maximizado voluptuosamente a la altura de Diego Maradona con la famosa 'Mano de Dios'. Pero nada de eso es cierto, solo el trabajo y el poder de convencimiento ganador que supo impregnar Ricardo Gareca en cada uno de los apellidos nuevos que integran esta Selección Peruana, más aún cuando eres séptimo en las Eliminatorias Rusia 2018 y sabes que – matemáticamente – estás fuera del Mundial.
Ampliar el universo de jugadores para la Selección Peruana aún está en camino a la consolidación, pero dispuestos y comprometidos hay. Tampoco se sabe a ciencia cierta si Ricardo Gareca volverá a requerir de los servicios de Pizarro, Zambrano, Vargas o Advíncula en las Eliminatorias, pero su mensaje ha recalado en el ego de la seguridad que muchos de ellos cargaban.
"No es un logro lo hecho ante Brasil, solo es un resultado importante. Nada más. Estos jugadores tienen que tener los pies bien puestos sobre la tierra, porque solo es un paso en su carrera. La disciplina es determinante para su crecimiento óptimo. Ellos tienen que trabajar para creérsela", no dice Gustavo Roverano, y su argumento es respaldado por su recorrido como asistente técnico de Gerardo Pelusso en Paraguay.
Es cierto. No se ha ganado nada, pero historias así se deberían seguir escribiendo en el fútbol peruano para recuperar la identidad copera y mundialista.
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