En estos tiempos violentos y acelerados, las desgracias se parecen. Tienen la misma aventura de saltar en nuestros celulares como memes dando risa hasta revolcarse en fotografías grises que provocan el estallido del llanto. En unos años no tan lejanos, Facebook me va a recordar que el 15 de marzo del 2017 el río de Huarmey -de mi amado Huarmey- no resistió más, tocó las puertas del pueblo y arrastró toda alegría construida; también me va a traer a la memoria que, exactamente, tres años después -con rostro adusto y voz grave- el presidente Martín Vizcarra decretaba el Estado de Emergencia nacional por el COVID-19. Las desgracias se parecen; y nosotros no cambiamos.
A finales de ese marzo, valga el destino, el Perú no salía del hoyo, pero Perú, el Perú de Ricardo Gareca nos levantaba del suelo jugando las Eliminatorias. Rusia 2018 ya no era tan utópico, era eso sí un sueño que aún veíamos con respeto y distancia. Los que seguíamos con un ojo las malas noticias y con el otro el entrenamiento de la selección peruana en la Videna de San Luis, no dejamos de pedirles a los jugadores que envíen mensajes de aliento que quizás ya no llegarían a pueblos incomunicados. Salió al frente Guerrero, se portó como un señor Corzo, se puso serio Advíncula. Cada palabra que decían, yo sentía que iba directo para mi familia. Resistan, todo va a pasar.
Una semana después del huaico que inundó Huarmey, la Blanquirroja presentaba sus colores en el Monumental de Maturín (jueves 23). Fecha 13 de las Eliminatorias. Veníamos de dar el golpe en Asunción ante Paraguay, pero también de caer contra Brasil en el Nacional. Frente a Venezuela de visita, lo ha dicho Gareca, jugamos el peor primer tiempo del proceso eliminatorio. Estábamos 2-0 abajo con un gol tonto de Villanueva y otro más tonto de Otero. Lo que haya pasado en ese vestuario y lo que haya dicho el 'Tigre' está para ser narrado en un libro. Apenas arrancó el segundo tiempo; Flores robó el balón, empujó a un venezolano con su metro setenta de estatura y cerca al área se la tocó de puntita a Cueva. 'Aladino' frotó la lámpara y asistió para que Carrillo de zurda descuente en 27 segundos. Con la 'Vinotinto' en estado 'Groggy', solo tuvo que aparecer Guerrero, de cabeza, para firmar un 2-2 casi milagroso. Pudo ser victoria cerca al final si es que Cueva convertía un gran pase de Trauco. No lo fue, y las redes se encargaron de viralizar el error.
A Lima volvieron pensando en Uruguay, mientras yo aprovechaba el fin de semana y con unos amigos reunía víveres y los llevaba hasta los más necesitados de Huarmey. Lección aprendida. No siempre la desgracia saca lo mejor de las personas. Horas antes del partido, las noticias de las lluvias y los huaicos no cesaban, y yo escribía en DT El Comercio un rezo, una oración, casi una súplica en el previo del Perú vs. Uruguay, por la fecha 14 de las Eliminatorias.
“Muchachos, por favor, que hoy sea un triunfo dedicado para la batalladora familia Flores del parque Santa Rosa en el inundado Huarmey de Áncash. Para los valerosos Cueva de Virú que han resistido siete huaicos en la última semana en La Libertad. Para la fuerza que muestran los Carrillo de Cayaltí que siguen durmiendo a la intemperie en Lambayeque. Para la resistencia de los Guerrero del Centro Histórico de Piura que hace dos días perdieron la casa. Para los incansables Tapia que no podrán vivir más al borde del río Rímac en Chaclacayo. Para los resistentes Rodríguez que tuvieron que ser evacuados desde Morropón tras las 15 horas seguidas de lluvia. Y para el aguante de los Araujo que esperan que el agua llegue pronto hasta Antioquía en Huarochirí. Solo para ellos, que hoy sea un triunfo que cierre las venas abiertas, por favor”.
Contra Uruguay, Gareca ya jugaba con su once de memoria y con su innegociable sistema 4-2-3-1. Solo Araujo entraba al equipo por el suspendido Ramos. De ahí, Gallese al arco; Corzo, el 'Mudo' y Trauco para cuidar la casa; Tapia y Yotún para cortar y avanzar; Carrillo y Flores para volar, Cueva para soñar y Guerrero solito arriba para gritar goles. La 'Celeste' del profe Tabárez, por su parte, masticaba piedras en un Nacional repleto por 39 mil asistentes. Las fieras de Godín y Giménez atrás, y los tanques de Suárez y Cavani adelante.
Qué más retador que decidir tu suerte con los charrúas mordiéndote los tobillos.
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Pita el arranque el chileno Julio Bascuñán y yo beso la foto de mis viejos que llevo en la billetera. Aquí ustedes conmigo, allá mi corazón contigo, pienso. En la cancha, en tanto, pasaba lo que más temía. Uruguay jugaba a la uruguaya y a Perú le costaba ponerla al piso. Carlos Sánchez avisó primero, y nosotros respondimos con un casi golazo de Guerrero -previo pase de Trauco- y con Carrillo rematando fuerte pero desviado. El vuelto de los charrúas fue sacar el manual de la fricción, y entre Suárez, quien le ganó la posición al 'Mudo', y el mismo Sánchez se inventaron un gol -a los 30 minutos- que lo sentí como un puñetazo en la boca del estómago.
El Perú de Gareca que nos comenzaba a enseñar a ser ganadores achinaba los ojos para que no se le vieran las lágrimas. Este cuento ya lo leí, imaginaba en mi cabeza. Resoplaba la pena. Apretaba la desilusión. Dejaba que me invadiera la bronca. Esperen, esperen. Minuto 33 con 33 segundos, y Trauco limpia la cancha con un pase impecable a Yotún. ‘Yoshi’ sabe al revés y al derecho nuestro libreto de contraataque. Levanta la cabecita y con la rapidez de los truenos lanza un pase largo que tarda en caer entre Guerrero y Godín. Yo esperaba el codazo del uruguayo, la falta segura, el agarrón anunciado. Pero nada. Paolo es un tren descarrilado y el zaguero celeste choca y cae por un costado con un vagón vacío. Frente a Muslera -lo dije ese día- el goleador histórico solo piensa en patear y patea. Gol. Comienzo a quedarme afónico de la alegría.
El 1-1 le cambia la cara a todos, sobre todo porque Cueva comienza a cojear. A pesar de todo el ether en spray que le echan al muslo no logra acabar de pie los primeros 45. Gareca decide que, por su ’10′ favorito, ingresa Paolo Hurtado, quien volvía después de mucho a ser considerado entre los convocados. La actitud renovada, en el inicio de la complementaria, se nota en todos los jugadores. Hay que remontar en los primeros 15 con lo mejor que se sabe hacer. Pelota al piso y toque peruano con sabor a chocolate. A los 50′, casi llega el campanazo. Se juntan Flores, Corzo y Hurtado, y ‘Orejas’ casi anota el gol peruano con más pases previos en las Eliminatorias.
Perú huele el miedo de Uruguay. Antes de los 62', Gallese saca largo para que Paolo gane el cabezazo lejos del arco contrario. Sin embargo, el balón suelto llega a los pies de Carrillo, quien toca en primera con Hurtado y recibe hacia adelante también con un solo toque. Por la derecha se cosecha el peligro y Godín sale de su área con un extintor a apagar las llamas. La 'Culebra' lo burla con un amague y de zurda envía el balón hacia el arco uruguayo. Se me acelera el corazón. Veo cómo Guerrero acomoda de pecho el centro y se la deja picando a Edison Flores. Aguanto la respiración. 'Orejas' recuerda Collique, la zapatería de su padre, la máquina de coser de su madre y le pega un zurdazo con el impulso de todos los peruanos que están pegados a la radio o aglomerados a un solo televisor en algún pueblo remoto. A mí se me va la voz con el grito de gol. El 2-1 se acompaña con algunas lágrimas de esperanza.
El resto del partido son flashes que he ido acomodando y olvidando. Creo que me la pasé intentando llamar a mis viejos -Imelda y Fonchi- en Huarmey para decirles una frase que me marcó a fuego por esos días: contra el dolor, nada más sencillo que el amor. En el 2020, ha sucedido que tocó volver a repetirles la oración por la línea del celular. Sin abrazos, sin besos, pero con mucho amor.
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