Si algo no perdió Paolo Guerrero - en estos eternos ochos meses - es el sentido de ubicación. Es, de verdad, un cazador de raza. Un ‘recursero’ por excelencia. Un ‘Depredador’ del área, en definitiva.
Ante Arabia Saudita, no necesitó precisamente ‘driblear’ como Farfán para ser influyente en el área. Le bastó con leer bien los movimientos de los defensas, para anticiparse y ganar el balón con solvencia. Es similar o tan igual al caso de Alberto Rodríguez, si queremos entender la mística que solo los cracks tienen.
No nos fijemos precisamente en los dos goles que marcó. En el primer tiempo, Paolo participó de hasta cinco jugadas claras en ataque. Ganó todas. No desde el esfuerzo físico, sino desde la inteligencia. Inclusive, en el golazo de André Carrillo, Guerrero estuvo ubicado delante del portero, por si surgía la necesidad de empujarla.
Meritoriamente, el capitán de la Selección Peruana encontró su ansiado gol, a partir del mérito colectivo y del atrevimiento de Edison Flores para probar al arco. Ganó el rebote y la empujó. Ya, en el segundo tiempo, Guerrero replicó su nobleza: centro al corazón del área, y a empujarla, como un león (herido). ¡Golazo!
Ganar ritmo físico y entender telepáticamente los balonazos de Miguel Trauco o las genialidades de Carrillo o Cueva, será una consecuencia de la convivencia futbolística y del tiempo. Tenemos equipo y a un goleador.