Que todo en la vida tenga un final hace que las emociones, al vivirlas, se acrecienten. Tanto en el día a día como en el fútbol estas sensaciones marcan un antes y un después en los recuerdos de las personas e hinchas. A lo largo del último tiempo, en el deporte rey sudamericano, distintos países han vivido mejores y peores sensaciones con el seleccionado que alientan. Desde saber lo que es ser campeón de América por primera vez –como en Chile– hasta clasificar a una Copa del Mundo, 36 años después, como en el Perú.
Los logros, además de trabajo, se consiguen mediante el talento. En el fútbol, sobre todo, los jugadores que más diferencias marcan son los que tienen ese don especial para el regate y el gol. Ellos, a través de su desequilibrio, pueden ser capaces de anotar ese tanto importante para abrir el marcador en una final –o repechaje– o evitar esa situación negativa que puede llegar a derrumbar un proyecto atajando un penal al rival.
Se podría decir, entonces, que después de la Copa América de Venezuela en el 2007, el fútbol CONMEBOL se ha igualado. Ya no son Argentina y Brasil los únicos capacitados para levantar títulos o jugarle de igual a igual a las potencias europeas. A ellos se sumaron Chile, Colombia y Uruguay regularmente, junto a momentos de alto nivel de Perú (antes del Mundial 2018), Paraguay (durante el Mundial 2010), Ecuador (inicio de las Eliminatorias rumbo a Rusia) y Venezuela (post Rusia 2018). El único apartado dentro de esta igualdad parece haber sido Bolivia, que, precisamente, después del cambio generacional pasados los ’90 nunca pudo dar el gran salto.
Pero así como muchas selecciones llegaron a su pico más alto (Argentina en la final de la Copa del Mundo en 2014, Chile con el bicampeonato de América, Paraguay ante España en el 2010, Perú en la fase previa a Rusia 2018, Ecuador en 2006), las cosas en Sudamérica parecen haberse igualado, pero hacia la bajada del nivel competitivo de sus equipos. La veteranía de los grandes ‘cracks’ de sus selecciones (Alexis Sánchez, ‘Tacuara’ Cardozo’, Paolo Guerrero, Antonio Valencia, Lionel Messi) parece meter presión a los que vienen y, al final, todo ello termina afectando al rendimiento.
El caso argentino
Si hay un ejemplo del cual agarrarse, no queda duda que es el de la selección argentina. El talento que se confirmaba en el 2005, cuando la sub20 de la ‘albiceleste’ salía campeón de la Copa del Mundo en Holanda genera una inmensa ilusión en el mundo deportivo ‘che’. Los Messi, Agüero, Di María, Zabaleta y compañía estaban destinados a ganarlo todo con la selección mayor, no solo por el título que consiguieron en aquel entonces, sino por la calidad que conformaba ese once titular.
Tres finales perdidas empezando en el 2014 y terminando en el 2016 acabaron con una generación. Más allá de la edad, la presión de ser tan buenos (y tener al mejor) parecía jugarles en contra. No había forma que no los pinten como candidatos, más allá de los problemas administrativos de la AFA y todo eso terminó generando una bomba de tiempo. Para el 2019 ya no estaba la misma columna vertebral y los que llegaron mantuvieron las mismas sensaciones que sus predecesores, solo que ahora sin tanto nivel individual de por medio (nadie duda de que Lautaro Martínez, Nicolas Tagliafico y compañía sean buenos, por si acaso).
Argentina; sin embargo, se sigue sosteniendo en Messi. No sabremos cuánto tiempo más podrá hacerlo, pero el futuro no parece nada prometedor. Lo único positivo para ellos sea, quizás, que cuando se vaya el ‘10’ puedan ser catalogados como un equipo normal y festejen cosas que los equipos normales hacen. Porque, ojo, perder un final del mundo y dos de Copa América no te hace un peor equipo. El ejemplo que le han dado a los que vienen; sin embargo, parece que sí.
¿Y el resto del continente?
Imposible no pensar en la selección peruana, que después de la Copa América del 2016 pareció romper una base y generar un recambio generacional de la mano de Ricardo Gareca. Nombres como los de Renato Tapia, Miguel Trauco, Edison Flores, Raúl Ruidíaz o Miguel Araujo parecían ser los indicados a llevarnos al éxito –y claro que fueron influyentes, que no se malinterprete–; sin embargo, post Rusia 2018 el momentum bajó y las individualidades no parecieron sostener el proyecto.
La ilusión de sostenerse sin figuras –como Paolo Guerrero y Jefferson Farfán–, pero con buen rendimiento pareció desaparecer y, de cara al futuro, las cosas no pintan del todo bien. Salvo que el contexto vuelva a cambiar, en el Perú sigue sin aparecer un real crack que pueda entonar a nivel internacional (‘Viejo Continente’) y, de esa manera, la presión por encontrar a un nuevo ‘Depredador’ terminará afectando el crecimiento de nombres (como Paulo Gallardo, por ejemplo) que deberán tener la obligación de ser héroes de una nación.
Lo mismo sucede en Chile, Paraguay y hasta Ecuador, que han dejado de tener figuras de renombre rompiéndola a nivel internacional, como en su momento fueron Roque Santa Cruz o Antonio Valencia. La generación dorada de ‘La Roja’ parece estar llegando a su final (los Alexis Sánchez, Arturo Vidal, Claudio Bravo y compañía) y aunque nadie duda del talento de los nuevos nombres que aparecen en el equipo que ahora dirige Reinaldo Rueda, igualar el nivel tan alto de sus predecesores parece una tarea titánica.
Quizás el mayor optimismo pueda estar en Venezuela, Uruguay y Colombia. Aunque en los dos últimos estén llegando a su final Radamel Falcao, Luis Suárez o Edinson Cavani; el recambio parece estar llegando con paciencia, pero también mucha fuerza. Los Torreira, Bentancur, Maxi Gómez, Juanfer Quintero, Duván Zapata no tienen pinta de desentonar y hasta ya se dan el lujo de competir en los mejores campeonatos a nivel mundial (Champions League, Serie A, Copa Libertadores, Premier League o Liga Santander).
‘La Vinotinto’ es quien mejor panorama puede tener. Una selección que nunca ha clasificado al mundial de mayores, pero que, precisamente, hace todo el trabajo para lograrlo por primera vez en su historia. Luego de quedar segundos en el mundial sub20 del 2017, el equipo dirigido por Rafael Dudamel ha mantenido un proceso que parece estar dando resultados con jugadores y rendimiento.
Wuilker Fariñez, Yangel Herrera, Darwin Machis, Yefferson Soteldo, Jan Hurtado y compañía parecen ser el recambio perfecto para Tomás Rincón, Osvaldo Vizcarrondo y hasta Salomón Rondón. Sin conocer del todo el futuro, ni el rendimiento que depararán estos jugadores mientras vayan creciendo, el optimismo parece apoderarse del deporte rey en las fronteras llaneras.
Por último está Brasil, que después del 2016, cuando Perú lo eliminó de la Copa América, parecía no tener equipo ni plan de trabajo. Tité; sin embargo, fue un milagro. Desde que llegó empezaron a aparecer grandes rendimientos y, por un momento, se olvidaron a los Ronaldo, Kaká, Adriano, Lucio y demás para pensar en Neymar, Coutinho, Firmino, Gabriel Jesus, Alisson y ahora, hasta Everton.
Un país lleno de talento que nunca se ha perdido una Copa del Mundo y que parece encaminada seguir con ese record. En Sudamerica; mientras el nivel tiene pinta a seguir disminuyendo, colectivos como Brasil o Venezuela que den luz verde al trabajo, pero también a la calidad individual parecen ser el futuro de un continente que tiene que volver a despertar.
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