Mañana nos volveremos a poner en #ModoLibertadores para seguir la final –que esperamos, ahora sí, se juegue– entre Boca Juniors y River Plate. Esta definición, la más larga de la historia del torneo, ha terminado jugándose en Europa, luego de una serie de marchas y contramarchas, y del vergonzoso ataque al bus que trasladaba a los jugadores bosteros al estadio Monumental.
Este domingo todo ese desbarajuste quedará atrás –pese a que Boca Juniors ya dijo que llevará sus reclamos hasta el TAS– y los clásicos rivales del balompié gaucho se enfrentarán al fin en el estadio del Real Madrid, muy lejos de las hordas de barras bravas que los pusieron en jaque en Buenos Aires.
Lo que es innegable es que este lamentable sainete desprestigia al fútbol sudamericano y deja mal parado hasta al gobierno argentino, que quería aprovechar la atención global en la finalísima entre Boca y River para proyectar la imagen del país en el mundo. Pero el tiro les salió por la culata. El daño ya está hecho y seguro tomará tiempo y recursos recuperar lo perdido a nivel mediático en las últimas semanas.
Pero ahora toca dejar atrás el escándalo y concentrarnos en el fútbol, el mayor damnificado por todo el caos vivido. Ojalá que las cosas se desarrollen como deben esta vez y que los jugadores nos regalen espectáculo, goles y mucha emoción; que el accionar del árbitro no condicione el resultado y que el público se porte con dignidad.
Eso es lo mínimo que podemos pedirle a estas alturas a la vapuleada Copa Libertadores 2018, ¿no?
Escribe: Guillermo Denegri