"Quiero que nos adueñemos del trámite de juego, contra quien sea y en cualquier escenario". Así resume Ricardo Gareca, entrenador de la Selección Peruana, sus pretensiones para el equipo con el que clasificó al Mundial Rusia 2018. Con más aciertos que errores, según se desprende del reciente éxito mundialista, el argentino supo formar un grupo y hacer un equipo. Al inicio, pocas figuras que destaquen con frecuencia en el extranjero. Un equipo de hombres y no de nombres. Un equipo que se ganó el respeto y que confirmó, desde que el ‘Tigre’ asumió el cargo, esa frase en la mayoría de partidos amistosos, de Copa América y, sobre todo, de Eliminatorias.
Ricardo Gareca le dio la confianza al jugador peruano y lo revalorizó en función del colectivo. Si bien en todo el proceso se probó con varios sistemas, en los últimos años, el 4-2-3-1 se mantuvo casi siempre. El equilibrio para atacar y defender en superioridad numérica ha sido una de los objetivos que se ha buscado. Y el grupo ha respondido en la cancha. No hablamos de un equipo vistoso, sí de un equipo ordenado que busca llegar al arco rival con un juego de asociación. Paciente, apegado a la técnica peruana, esa que muchos admiran.
Dos defensores centrales (Ramos y Rodríguez), sobrios, con experiencia, componen la última línea de la Selección Peruana. Con criterio para salir jugando cuando la acción lo requiera, o simplemente para rechazar la pelota y evitar el peligro en arco propio cuando la situación lo amerite. Por las bandas los laterales intentan ser vías de salida del equipo, una opción de descarga cuando la presión está por el medio del campo. De hecho, no pasan con demasiada frecuencia al ataque; más bien procuran mantener su zona bien resguardada.
En la zona de volantes, los mediocentros, usualmente Yotun y Tapia, son el eje del equipo. Se han convertido en un complemento perfecto, y que han sumado a su juego características del otro. La marca, por un lado, y el criterio de distribución del otro. De darse el caso, en su función también destaca el hecho de recogerse unos metros de su zona habitual para ser un sostén, recibir la pelota de un defensa y tener el panorama para hacer jugar a los demás. Se podría decir que se multiplican en la cancha.
En ataque, Ricardo Gareca ha creído conveniente agrupar a tres jugadores detrás del único delantero: Paolo Guerrero. Un jugador por cada banda y, por el medio, un mediapunta o ‘10’, puesto que ha venido ocupando Christian Cueva. La movilidad de estos tres jugadores y la creatividad para romper líneas y llegar al fondo del área han sido solución en algunos encuentros. Eso sí, el compromiso en la marca también ha recaído sobre ellos. Apoyar a los laterales es una obligación.
Líneas aparte para Paolo Guerrero, que es el principal referente del ataque peruano. El ‘Depredador’ es capaz de crearse por sí solo una jugada para quedar mano a mano con el portero. Con un buen servicio, el ‘9’ resuelve y se las ingenia para sacarse del camino a los rivales a base de habilidad y fuerza. Sin Guerrero, ha quedado demostrado que el equipo sufre. No hay una opción similar en ofensiva. Y ahí radica una las deudas pendientes de Gareca: encontrar otras propuestas para el ataque.