La escena dura apenas veinte segundos en Youtube, pero para el corazón de Alianza Lima es una obra de arte infinita. El actor principal se llama Nicolás Tagliani, un mastodonte esbelto y brutal que le pega como los dioses luego de contemplar tres segundos la pelota desde el punto de tiro libre y como quien le habla, convencerla de anidar en esa esquina del pórtico donde los arqueros solo alcanzan a llegar con su imaginación. Salvajemente, como dando rodillazos hacia el cielo, el argentino sale disparado a brazos abiertos con una sonrisa que se sabe heroica y lo arrastra unos cien metros hasta el banco de suplentes. Atrás suyo, a esa velocidad que solo se alcanza cuando corres por amor o por tu vida, Guillermo Salas lo persigue para colgarse luego de su espalda y sostener al resto de sus compañeros que, uno sobre otro, improvisan una pirámide humana de la alegría.
Es de noche y la sensación de calor, sumada a la humedad perversa de Asunción, muelen el cuerpo, las fuerzas y la concentración. El Defensores del Chaco permanece en silencio mientras el ‘Chepe’ Torres va reapareciendo luego de ser sepultado por sus pupilos en medio de la algarabía. El gol ha llegado en los últimos instantes de un partido en el que Alianza Lima, con Guillermo Salas de lateral derecho y Jefferson Farfán en posición ofensiva, ha peleado con sacrificio cada pelota hasta darse de bruces con el triunfo.
Quienes poco o nada saben de fútbol le dicen gol. El resto, felicidad.
Veinte años después, Guillermo Salas ya hizo maletas y metódicamente repasa sus ideas y las alternativas de volver a ganar en la cálida capital paraguaya. Estudia al enemigo como hace dos décadas y apunta, toma nota, recuerda. El ‘Chicho’ volverá al Defensores del Chaco con Alianza Lima para sostener, como en aquella celebración, a sus íntimos. Ya sin Nicolás Tagliani, pero con un Pablo Sabbag incandescente en el área; con Jefferson Farfán a miles de kilómetros de distancia, pero con una sociedad muy cercana e íntima entre Andrade, Reyna y posiblemente Zanelatto. Sin Ernesto Arakaki para salvarla desde la línea que resguardaba Gustavo Roverano, pero con un Ángelo Campos protuberante y macizo, bastante bien protegido por una fiera elegante como Carlos Zambrano.
Hoy el rival es otro, es Libertad y no Olimpia; aunque el contexto sea posiblemente el mismo a grandes rasgos. Un local que llega bien y un visitante con sed de triunfo.
Podemos ser realistas y entender que Alianza Lima hoy tiene plantel para una propuesta inteligente cuyo fin máximo sea el triunfo. Podemos revisar la estadística y caer en cuenta que los números no mienten, pero se equivocan. Esa racha de 30 partidos sin vencer no es invencible: Libertad, tampoco.
A veces es útil también elegir ser románticos. Creer en un equipo que ha demostrado estar convencido y comprometido con el proyecto. Y este jueves, el proyecto exige un buen resultado. Empatar, en el peor de los casos. Felizmente, hay equipo, hay técnico y hay hincha. Como en aquel 20 de marzo del 2003, con Chicho.
Se puede.
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