Los innumerables analistas de Twitter coinciden en que el Perú vs. Australia del lunes próximo lo hemos ganado este martes por la tarde, apenas el discreto Emiratos Árabes Unidos sucumbía y el país del canguro saltaba de alegría por su pase al repechaje. Concluyen, con admirable convicción, que la selección peruana es sumamente favorita para quedarse con el cupo a Qatar 2022 y con ello, presenciar el milagro más largo del mundo, uno de siete años: el de Ricardo Gareca en la selección.
Para ser más precisos, un milagro que empezó con la asunción de Ricardo Gareca a la selección un 2 de marzo de 2015 y que, siete años después, sigue vigente y sin poder explicarse bajo las leyes regulares de la naturaleza de nuestro alicaído fútbol peruano.
Aclaremos: aunque es inevitable que los excesos de entusiasmo y confianza disparen nuestras expectativas a niveles interestelares, la historia nos ha enseñado en innumerables ocasiones lo difícil que se nos hace asumir el protagonismo. Ser favoritos resulta algo así como empezar el partido con un 1-0 en contra.
Sí, antes de Gareca ese factor era aún más determinante y casi imposible de controlar. Ya con el “Tigre” de timonel, la selección aprendió a manejar mejor el estrés casi traumático que producía ser el predilecto de los pronósticos. Al control del pánico escénico, el DT le sumó el poder de la concentración para esos benditos minutos clave.
Creer en el esfuerzo
El argentino, que desde su primera conferencia de prensa dijo creer en el futbolista peruano, instauró una revolución mental que aun teniendo un torneo local mediocre, siete años después nos ha llevado nuevamente a la distancia de un partido para clasificar a nuestro segundo mundial consecutivo luego de más de tres décadas de ausencia ininterrumpida.
Lo que ha hecho Gareca era inimaginable y seguramente adquirirá mayor valor y reconocimiento con el paso de los años. Su aplomo ante la derrota y su prudencia en el triunfo no solo han caracterizado todas las interacciones con los medios desde 2015, sino que fueron también la base para un discurso que ha conquistado al jugador y al hincha: creer en el esfuerzo.
Gareca ha creído siempre, en el paraíso deportivo y en cada uno de los micro infiernos que nos ha tocado enfrentar a lo largo de dos eliminatorias. En ese tránsito supo construir un equipo y una idea de juego por encima del equipo. Arropó cuando hubo que hacerlo y no le ha temblado la voz para criticar con argumentos la maleza entre la que ha crecido el protagonismo de sus dirigidos: la falta de una política deportiva, el poco nivel de la liga casera y las carencias estructurales de la disciplina en nuestro país.
Así es como llegamos a Rusia 2018: sin figuras rutilantes pero con un espíritu colectivo cercano al heroísmo. Fidelizados a una idea de juego y con automatismos perfeccionados con el tiempo. Concentrados y convencidos. Así es como la selección debe esperar este lunes a Australia.
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