El tiempo avanza y las heridas, aun las más desgarradoras, sanan. Pero todo requiere un desarrollo, y las lágrimas después de haber perdido a 250 mil compatriotas no secan de la noche a la mañana. A los holandeses les tomó casi medio siglo perdonar el genocidio alemán durante la II Guerra Mundial, un doloroso proceso que se trasladó al fútbol, que de las esferas apolíticas de la vida es, acaso, la más política.
El 10 de mayo de 1940, las tropas de Adolf Hitler irrumpen en territorio neerlandés, pese a que su posición era neutral en la guerra. Pero el Führer consideraba que conquistar los Países Bajos le serviría para rodear y atacar a su verdadero objetivo, Francia, y dio inicio al plan Fall Gelb. Tras cinco días de combate, en los que mueren 900 civiles en un día –el bombardeo de Rotterdam–, Holanda se rinde. Desde entonces, y por cinco años, el color naranja estaría prohibido y cientos de miles de judíos sufrirían un infierno. Entre ellos, la niña Anne Frank.
Este fue el background que explica la ferocidad con lo que los futbolistas holandeses se tomaron estos partidos. Desde el fin de la II GM, ambas selecciones no se encontraron hasta el Mundial de 1974, así que la tensión acumulada desde el bando naranja era enorme, de parte de jugadores cuyos padres vivieron sometidos. Ya en los 90’s, esta repulsión fue desapareciendo. Y ninguna reminiscencia del conflicto bélico se verá este viernes, en Hamburgo, cuando ambos países se enfrenten por las Eliminatorias a la Eurocopa, pero el partido es una buena excusa para recordar.
“Mataron a mi padre y a mi hermano. Los odio” | Alemania 74 – Final
Aunque el Mundial se jugaba en suelo teutón, la Holanda de Johan Cruyff era favorita gracias al Fútbol Total que impulsó Rinus Michels, majestuosamente orquestado por el ‘14’ del Barcelona. Neeskens adelantó a la ‘Naranja’, pero, gracias a Breitner y Müller, Alemania ganó 2–1 y Franz Beckenbauer levantó la copa. Ese día, la enemistad no se reflejó con golpes o patadas, sino a través de la impotencia post derrota.
“Me importa un carajo el resultado. 1–0 hubiese sido suficiente si con eso los humillábamos. Los odio. Mataron a mi familia. A mi padre, a mi hermano y a otros familiares”, fue el desgarrador testimonio del volante Willem van Hanegem, quien desarrolló profundos sentimientos hacia estas personas casi sin conocerlas: las perdió cuando solo tenía un año. [Puedes encontrar su historia en este link]
Koeman se limpia el trasero con la camiseta del arquero alemán | Eurocopa 88 – Semifinal
Tal y como llegó el perdón de los holandeses a los alemanes, sucedió con los alemanes al actual técnico de la ‘Naranja’, Ronald Koeman. La derrota de 1974 impactó mucho a los neerlandeses –incluso se escribió un libro, La madre de todas las derrotas, en el que Chris Willemsen analizó su impacto–, y el 2–2 en el Mundial de 1978 no calmó las ganas de revancha. Tuvieron que pasar 14 años para encontrarla, en la semifinal de la Eurocopa de 1988, y la celebración no iba a ser moderada.
Tras ir perdiendo con un gol de Lothar Matthäus, Koeman lo empató a 15’ del final y Van Basten, a los 89’, decretó el soñado triunfo. Euforia, locura, nacionalismo. “Esperé 14 años para esto. En las horas previas recordaba mi niñez, viendo por TV cómo nos ganaron en el 74. Estoy feliz por regalarle esto a los jugadores de esa generación, que vivieron más de cerca los estragos de la guerra”, dijo Hans van Breukelen, arquero de aquella Holanda.
Pero Koeman fue más allá. El entonces zaguero intercambió camisetas con el volante Olaf Thon, solo para coger la del volante teutón y limpiarse el trasero. La imagen dio la vuelta al mundo. El padre de Ronald dijo estar avergonzado, pero días después el sentimiento anti–alemán todavía campeaba en el holandés. “Sé que estuvo mal, pero decir que me arrepiento… La verdad, no”.
Evidentemente, años después su discurso cambió. “Fue una reacción impulsiva y estúpida, que me acompañará toda mi vida. No volví a ver a Olaf desde entonces, pero quiero decirle que lo siento”, dijo el año pasado. Y sus disculpas fueron aceptadas. “Lo que hizo Ronald no me gustó para nada, pero lo pongo en perspectiva y lo entiendo. No le rompió la pierna a nadie ni hizo nada salvaje. Puedo decir que lo he perdonado”, comentó el exvolante.
Rijkaard y su doble escupitajo a Rudi Völler | Italia 90 – Octavos de final
Dos años después, todavía se respiraba tensión. Y esta vez fue Frank Rijkaard el responsable de descargarla, sobre la melena de Rudi Völler. Tras un foul que él juzgó inventado, recibió la amarilla que lo dejaba fuera de cuartos de final. Impotente, reaccionó escupiéndolo. La discusión se retoma después del tiro libre, y acaba en ambos expulsados. Camino al vestuario, el exvolante del Milan repite la acción, pero el alemán ya no reacciona.
Alemania ganaría 2–1 ese partido –otra vez Koeman anotaría– y sería campeón. Rijkaard pidió disculpas poco después, Völler las aceptó, y esta reconciliación quedó inmortalizada en un comercial para una marca de mantequilla, en el que ambos aparecen tomando desayuno. Este acercamiento puso punto final a los desarreglos de este infame clásico, elevado a esa condición por los estragos de la guerra y no por una rivalidad deportiva.
Con los años, en proporción inversa al rencor, el nivel futbolístico de estas selecciones se ha mantenido e incluso ha ido creciendo, lo que ha contribuido a que el atractivo no se pierda. De hecho, en los 90’s, el Milan de los Holandeses (Rijkaard, Gullit, Van Basten) jugaba unos clásicos tremendos contra el Inter de los Alemanes (Matthäus, Brehme, Klinsmann), sin ningún episodio de violencia. Pero esa ya es otra historia.
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