Por: ADRIÀ COROMINAS [@adriacat]
Cuando un equipo es tan superior al otro, el partido siempre es de extremos. En un lado, puede darse una goleada de escándalo. En el otro, la desconexión. Y ayer, el Barça pasó de un extremo al otro. Salió a por todas, oliendo sangre y dejando claro al Dinamo que su viaje a Barcelona sería un infierno. Pero esto se convirtió en un arma de doble filo, porque se vio tan exageradamente mejor que el mismo equipo eléctrico que salió al campo se acabó atascado y, apático, fue animando al Dinamo a creérselo y envenenando un duelo que pasa a ser, sin duda, el peor partido de la era Koeman.
Un partido de extremos también sirve para hacer pruebas, como la de De Jong en el eje de la defensa que se inventó en Turín y que ha quedado demostrado que no es una opción viable. El neerlandés, superado en todo momento, tuvo la suerte que detrás volvió el cerrojo alemán después de tanto tiempo. Ter Stegen salvó los muebles con paradas inverosímiles, más aun sabiendo que volvía de una lesión. Lo mejor, los 3 puntos, el pleno en Champions y otro partido europeo invicto en casa, 38 consecutivos y récord absoluto de la competición. Que sirva para seguir la construcción.
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