Terminó otra semana del torneo de clubes más importante de Europa, la Champions League, y las dificultades siguen confirmando la identidad de la competición. No es para cualquiera y, para ganar, hay que saber sufrir y, sobre todo, competir. No hay competencia que penalice tanto los errores como lo hace la mencionada.
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A la fecha, el Manchester City, Real Madrid, PSG y Juventus son segundos en su grupo. Salvo el equipo inglés, quien persigue a un superior FC Barcelona, todos los demás están siendo superados, en los números, por rivales de similar o hasta inferior magnitud. Y es que en la Copa de Europa todo parece igualarse.
Muchos equipos que muestran total superioridad en sus ligas domésticas sufren cuando viajan por el continente. Los sentidos, más alerta que nunca, pues las jugadas puntuales, en un torneo tan corto, acaban las travesías de la forma más inesperada. Que se lo digan, si no es así, a equipos como Real Madrid, que pasó más de diez temporadas sin volver a ganar la 'Orejona', o Arsenal, que sabe estar, pero no llegar.
En Varsovia, esta noche, recordarán el valioso punto que significó empatarle al último campeón de Europa. El Legia demostró que, en los partidos con el rótulo mencionado, ni las individualidades salvan cuando el sistema está quebrado. En Turín, otra lección. Allegri, tras el partido, señaló haber "arriesgado demasiado" cuando "la Champions no se gana esta noche ni el próximo partido".
En la Liga de Campeones el papel mental ejerce con más peso que de costumbre. Porque, como dije, al igual que las individualidades no superan un sistema quebrado; un plan bien trabajado no podrá ser potenciado por futbolistas desconfiados. Superar las barreras emocionales impuestas por los rivales del 'Viejo Continente' es un reto mayúsculo y manejar distintas variantes es para quienes, con los años, han sabido treparse a la élite de este deporte.
Las temporadas seguirán corriendo y los mejores seguirán buscando la tecla. A veces, en un jugador, otras, en una decisión. No obstante, de algo no hay duda y es que ni los máximos exponentes podrán manejar, a su disposición, lo que significa jugar tal torneo. Es ahí, entonces, donde se entiende lo difícil que es la Champions League.
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