Con un fantasmal Lionel Messi, Barcelona cayó goleado por 8-2 ante Bayern Múnich en Lisboa y quedó eliminado de la Champions League. FOTO: AFP
Con un fantasmal Lionel Messi, Barcelona cayó goleado por 8-2 ante Bayern Múnich en Lisboa y quedó eliminado de la Champions League. FOTO: AFP

El Barça ha vuelto, finalmente, a la normalidad del fútbol. Una normalidad que dice que la derrota es más normal que la victoria. Pero una normalidad a la que el club catalán no estaba acostumbrado. Hace 12 años que sus hinchas ven como su capitán levanta un título cada temporada, acostumbrando a las nuevas generaciones a una nueva normalidad que no es real. Lo real es que se gana menos de lo que han hecho, porque solo un equipo gana la Liga o la Champions y son muchos los que compiten por ellas.

Con la eliminación ante el Bayern, se pone punto y final a 12 años de éxitos continuados y de una inercia que inició Joan Laporta con Rijkaard y que alcanzó la cumbre con Guardiola. Desde entonces, todos los presidentes que han llegado al cargo se han aprovechado de esta inercia ganadora para seguir acumulando títulos, dando cada vez más privilegios a las leyendas del equipo y trabajando menos para el relevo generacional del futuro. El Barça está siendo víctima de su exceso de éxito y parece que ha tocado fondo. Después de tantos años, se puede permitir un año sin títulos, pero lo que no se puede negociar es como los pierdes. Porque se puede perder de muchas maneras, pero lo mínimo que puedes pedir es que sea luchando hasta el final. Y no solo los jugadores, porque esto afecta a todos, empezando por la gestión de la directiva con inversiones millonarias sin sentido y cambiando técnicos a su antojo, hasta llegar al mismo Setién, que vendió humo en su primera rueda de prensa y allí se quedó todo. En el fútbol, como en la vida, el camino suele ser más importante que el destino y si no cambian mucho las cosas, el destino del Barça parece oscuro.


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