Definitivamente, Adrián Zela no es un virtuoso con el balón al piso, ni elegante como Alberto Rodríguez. Es, más bien, rústico, fuerte y, sobre todo, de los defensas con mayor estatura en el medio local. Y claro, su casi 190 cm encaja perfectamente en el prototipo de jugador que Gareca prefiere tener de su lado, ahora cuando los grandazos de Nueva Zelanda pueden hacerle daño a Perú en el juego aéreo.
Cuando tiene que reventar, lo hace y no se complica la vida. Cuando hay que atacar en el balón parado, es de los defensas que suma como delantero. Eso explica los dos goles de cabeza que marcó en el año.
No hay duda, la convocatoria de Zela es una sorpresa y cayó como un baldazo de agua fría, porque el defensa aún lidia con la retina de muchos hinchas que lo vieron en una irregular campaña en Universitario de Deportes. Fue en el 2010, cuando su estatura no fue suficiente para sostener su permanencia en el fútbol profesional. Hasta tuvo que retirarse un buen tiempo.
De la Copa Perú a su negocio con los diamantes; de sus impulsos a apaciguar las peleas que se suscitan en el campo de juego; de los psicólogos a los consejos paternales. A Adrián Zela le hablaron de la línea de carrera que debía trazar para continuar ejerciendo un oficio que le apasiona. Y lo entendió, cuando Deportivo Municipal decidió regresarlo a la vida.
Desde el 2014 hasta la actualidad, el defensa de 28 años de edad es un indiscutible. Hasta asumió el rol de líder natural en un equipo humilde, que supo entrar al protagonismo a base de esfuerzo, seriedad y trabajo. Y Zela contagió a muchos con tanto ímpetu, al mismo estilo de Aldo Corzo.
El fútbol da revanchas.
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