Es culpa de Ricardo Gareca.Esa es la conclusión. Jugamos tres partidos en un Mundial después de 36 años y ganamos uno luego de 40, pero perdimos los otros dos y la culpa es solo suya. Dimos pelea, nadie –ni siquiera Francia, con su equipo de mil doscientos millones de dólares- nos pasó por encima, pero sumamos solo tres de nueve puntos y estamos fuera. Y ya saben quién es el culpable.
Los peruanos queríamos más. Lo merecíamos, también. Lo merecíamos nosotros (los que aguantamos, perdonamos, esperamos y volvimos, aunque nos dijeron que no servía de nada) y lo merecían esos a quienes no les alcanzó la vida para ver a su selección de vuelta en esa tan selecta fiesta. Queríamos, merecíamos y, lo que es incluso más doloroso, podíamos. Pero nos eliminaron, con dos goles en contra y dos a favor. Por eso el ‘Tigre’ tiene la culpa.
¿Quién lo manda a hacernos creer en nosotros mismos? ¿Quién diablos le dijo que nos devuelva esa ilusión de ganarle a quien sea? Porque así fue. Y, peor aún, cuidando sus palabras, con un rostro serio, hablando siempre “en líneas generales” y sin soltar titulares llamativos. Lo hizo: nos convenció sin vendernos cuentos. A nosotros, que tan acostumbrados a las novelas estamos.
Si no lo hubiera demostrado con buen juego, terminando malas rachas (ganamos en Quito por primera vez), rompiendo estadísticas (en Asunción ganamos de visita luego de 12 años, por Eliminatorias), manteniendo una propuesta, dando la cara y liderando un grupo unido, humilde y con proyección, quizá no le hubiéramos creído. Entonces, probablemente, no sufriríamos por quedar fuera de la Copa del Mundo. Nos lamentaríamos por no haber clasificado, seguro, pero no quedar por fuera en fase de grupos. Eso no.
Ricardo Gareca tiene la culpa porque nos hizo olvidar que somos Perú, que en las eliminatorias a Sudáfrica 2010 quedamos últimos, que previo a Brasil 2014 nos faltaron 10 puntos para el repechaje y que hace apenas ocho meses –antes de que David Ospina toque la pelota tras el disparo de Paolo Guerrero- estábamos fuera de Rusia. Seguimos siendo Perú. Con las ganas, la capacidad y las metas que queramos, pero Perú. Un país aún herido que está aprendiendo a caminar otra vez, y al que, por eso mismo, no se le puede criticar una caída o exigirle correr.
El objetivo era Qatar. Eso le dijo Juan Carlos Oblitas en algún lugar de Argentina, cuando le ofreció el reto. Pero él, terco, determinado y soñador, dijo que no. Iría por Rusia. Y esa confianza hizo que nos confundamos. Se puede pensar en grande siempre, pero quedar en el camino habiéndose superado a uno mismo nunca será un fracaso. A veces, por ese flaco de cabello rubio,olvidamos que lo hemos logrado. Que nos quitamos la mochila. Que sí volvimos.
La pasamos bien. Llenamos estadios a 14 mil kilómetros de nuestra tierra y el Himno Nacional sonó a todo volumen. Sufrimos con un penal fallado y desahogamos ese grito de gol guardado por tanto tiempo, y por partida doble. Y ni hablar del Contigo Perú o el “cómo no te voy a querer” que hasta extranjeros cantaron. Nadie nos lo quita. Nuestro sueño era ser nuevamente invitados a esta fiesta. Y ahí estuvimos, disfrutando y esperando que ese argentino de 60 años decida acompañarnos a la siguiente. Queremos seguir creciendo con quien nos hizo creer en nosotros. La culpa es suya.
EL PEDIDO DE LA HINCHA A RICARDO GARECA