El público del estadio Santiago Bernabéu es, en general, muy exigente. Pero hay un sector de aficionados que suben el nivel a la altura del famoso tendido 7 de la plaza de toros de Las Ventas y que es capaz de silbar a su mejor jugador hasta en un partido clave y en un momento crítico.
Eso le ocurrió a Cristiano ante el Bayern Múnich. No es la primera vez que el delantero portugués escucha los pitidos de sus aficionados. Desde que llegó al Real Madrid en 2009, ha recibido críticas desde la grada, algunas veces con razón y otras sin ella.
Pero, frente al conjunto alemán, el tendido 7 del Bernabéu actuó en un día inoportuno. Y, además, justo antes de que Cristiano comenzara su recital de goles que acabó salvando al Real Madrid. Eso, no hizo nada de gracia al jugador portugués.
"Yo sólo pido que no me piten aquí. Eso jamás, a mí lo demás me da igual, pero no quiero que me silben. Yo siempre doy el máximo y cuando no marco intento trabajar para el equipo". Después de marcar tres goles, y aún sobre el césped, Cristiano Ronaldo habló así de claro.
Los silbidos fueron escasos, pero suficientes para enfadar a un hombre que no deja de acumular récords en el Real Madrid. Ocurrió en un par de ocasiones, cuando falló al lanzar dos contragolpes blancos. Entonces, se escucharon los pitidos del sector más crítico del Bernabéu, ese tendido 7 que no tiene piedad con nadie.
Esas críticas tal vez estimularon a Cristiano. Porque, en Las Ventas, la fama del tendido 7, originariamente, la creó Luis Pelayo Bruna Alias "El Ronquillo", que era abonado de primera fila de aquella zona de la plaza de toros madrileña. Y, en el momento más oportuno, cuando toda la plaza podía oirle, criticaba al torero de turno con un bocinazo o uno de sus gritos.
Sin embargo, gracias a "El Ronquillo", muchos matadores rectificaron. Manolete y Pepe Dominguín ofrecieron sus mejores faenas después de ser increpados por "El Ronquillo", que rara vez erraba cuando criticaba a los toreros. Su último grito lo dio en 1970. Un "¡vaya par de jubilados!" cayó encima de Bienvenida y Dominguín ante el aplauso de la plaza.
Después, la tradición crítica del 7 de Las Ventas se mantuvo, como ocurre en el Bernabéu, donde siempre ha habido un grupo crítico, eso sí, sin zona delimitada, pero que no ha tenido problemas en llamar la atención a los más grandes.
Cristiano no es el único que se ha librado de los silbidos del Bernabéu. Alfredo Di Stéfano fue el primero, por un anuncio en el que anunciaba una prenda para mujeres: "Si yo fuera mi mujer, luciría medias Berkshire", rezaba el eslogan. A un sector del estadio blanco, eso no le hizo gracia y cargó contra su estrella.
Manuel Velázquez, un jugador de clase, también escuchó silbidos cuando mostraba una aparente apatía. Como Martín Vázquez, un ejemplo parecido al de Velázquez, o Míchel, que llegó a abandonar un partido cuando escuchó críticas. Zidane, Amancio, Guti... pocos se han librado.
Ahora es Cristiano quién alza la voz. Como Bienvenida y Dominguín, cuando escuchó los pitidos del sector más crítico, completó su mejor faena. Marcó el 1-1 con un cabezazo excepcional a pase de Casemiro. Después, en la prórroga, eso sí, en fuera de juego, hizo dos goles más que clasificaron al Real Madrid para las semifinales de la Liga de Campeones.
Con ese triplete, Cristiano alcanzó los 101 goles en la máxima competición continental. Además, en torneos europeos, llegó a los 103. Récord absoluto en ambos casos. Son dos registros que hay que añadir a los múltiples que suma desde que llegó al Real Madrid.
Aún así, siempre habrá un tendido 7 en el Bernabéu dispuesto a criticar a cualquier jugador. A veces, el resto del estadio se une al coro. Otras, éste se queda solo, como ocurrió ante el Bayern. En esta ocasión, los pocos que se atrevieron a silbar a su estrella después tuvieron que arrodillarse. Es lo malo de criticar siempre. A veces se gana, otras se pierde.
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