Este sábado, Sudamérica y el mundo entero se paralizará por dos horas para ver la final soñada de la Copa Libertadores 2018 entre Boca Juniors vs. River Plate a jugarse en La Bombonera de Buenos Aires. Además de todo el prestigio, también está en juego poseer el trofeo más preciado por los futbolistas de esta parte del continente, el cual posee muchos secretos.
El trofeo de la Copa Libertadores fue creado en 1959 en Lima, Perú, por encargo de Teófilo Salinas, dirigente peruano de la Conmebol que le dio la responsabilidad al italiano Alberto de Gásperi, de la joyería Camusso, para que le diera vida al trofeo que al año siguiente ganó Peñarol de Uruguay.
Confeccionada en plata 925, el trofeo de la Copa Libertadores no sufrió modificaciones desde su nacimiento hasta el año 2004 cuando ocurrió una desgracia: el trofeo se destruyó en manos de Herly Alcázar quien festejaba el título de Once Caldas ganado ante Boca Juniors.
La refacción de la copa no estuvo a cargo de los artesanos peruanos, sino que la llevaron a Chile donde fue rehecha en su totalidad, según contó el gerente Yasna Rojas a La Cuarta de Chile "la hicimos todo de nuevo" porque en el accidente de 2004 se perdieron varias piezas originales.
Esa reparación obligó a realizar varios cambios como el tamaño de las orejas (ahora son más grandes) y la dirección hacia dónde patea el hombrecito de la cúspide que antes iba hacia afuera (derecha) y ahora va hacia adentro (izquierda).
El trofeo, además, reposa sobre una base de madera donde van las placas con los nombres de todos los campeones de América y la cual tiene espacio hasta la edición 2013. El alto del trofeo es de 98 centímetros, pesa 10,35 kilos y solo abandona la sede de Conmebol, en Luque, Paraguay, para el choque de vuelta. En este caso para el sábado 24 de noviembre, rumbo al Monumental de Núñez.
Un detalle no menor es que los clubes ganadores de la Copa Libertadores solo obtienen una réplica de esta, mientras que la original regresa a la sede de Conmebol en Paraguay.