El mundo sigue expectante al desenlace de la novela del Real Madrid y su estratega, Julen Lopetegui, cuya continuidad pende de un hilo y depende de un buen resultado en el clásico de este domingo ante Barcelona. Aunque, como se han venido dando las cosas, pase lo que pase, parece que su suerte está echada y su cambio solo es cuestión de tiempo.
Qué lejos parece hoy la polémica llegada de Lopetegui a la tienda merengue, anunciada en vísperas del debut de España en Rusia 2018 y que le costó su inmediato despido como director técnico de su selección.
Cómo se debe arrepentir hoy el vasco de haber aceptado entonces el encargo de Florentino Pérez, quien se dice ya estaría en tratos con Antonio Conte, a quien la prensa española vocea como próximo entrenador madridista. El affaire Lopetegui nos recuerda lo difícil que es sostener los procesos en el fútbol, incluso en la élite mundial.
Por eso es tan destacable el caso de Ricardo Gareca, quien logró sortear las presiones cuando las cosas no marchaban y supo mantenerse firme al frente de la selección. Los peruanos solemos tener expectativas muy altas y, además de resultados, también exigimos a los entrenadores que el equipo de todos juegue para el ensueño.
Algo debemos haber madurado en estos tres años con el ‘Tigre’, quien ha demostrado tener paciencia, criterio y determinación. Junto a Gareca aprendimos a aceptar que no somos ninguna potencia y que tampoco tenemos que jugar como el Barcelona de Pep Guardiola para tener un equipo digno, serio y comprometido, que sabe a lo que juega y se hace respetar.
Escribe: Guillermo Denegri
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