Miran sus goles por televisión y notan que cada uno es mejor que el otro. Ha tenido el talento suficiente para jugar en Europa y es el máximo goleador de su equipo. El sueño de verlo por fin vestir la camiseta peruana en una eliminatoria está cada vez más cerca. El otro sueño todavía es muy lejano pero un atisbo de esperanza aparece. Es el delantero que necesitamos, la hinchada vitorea su nombre, las tintas de los periódicos se gastan analizando y describiendo sus actuaciones y es el blanco principal de fotógrafos desesperados por un retrato suyo. Es así. Claudio Pizarro finalmente jugará su primer partido de eliminatoria. El Estadio Nacional será testigo del debut con selección mayor de la estrella que nos hará pisar la meta. Llegar.
Los capítulos que le siguen a ese prólogo de exacerbada expectativa ya se conocen. El 'Rey' pasó de ser vitoreado a ser criticado ferozmente por la masa que antes lo ponía en un altar. Pero bien dice la frase "A rey muerto, rey puesto". Corrieron los años y las eliminatorias. Aparecieron Guerrero, Farfán, Vargas y los resultados fueron iguales (o peores). Grandes actuaciones en sus clubes, deuda con la selección. Pero en este análisis toca dejar de lado el rendimiento de estos futbolistas. Son numerosos los argumentos que intentan justificar las razones de sus malas actuaciones y van aumentando con cada derrota de la blanquirroja. Toca mirar al otro lado, al hincha.
Toca que cada uno se pregunte, ¿qué nos lleva a esa eterna búsqueda de un salvador?
Son varios los partidos de la selección peruana en donde el mejor de la cancha ha sido Cristian Benavente. Precisamente los partidos que no jugó. El jugador de la liga belga aún no convence a Ricardo Gareca. Sin embargo, al igual que Pizarro a inicios de los 2000, ha tenido ese período de aspirante a salvador. En cada encuentro que el 'chaval' no pudo ingresar, muchos aficionados lo pedían. Es difícil que todos ellos hayan visto sus actuaciones en el Charleroi de Bélgica, sin embargo, le tocó convertirse en esa promesa, quizás el encargado de hacer realidad la ilusión. ¿Cómo explicar esa ovación en su ingreso, en el amistoso ante Trinidad y Tobago, previo a la Copa América Centenario?
Hoy la mochila de 34 años la lleva un futbolista que no tiene al español como su lengua materna. Que se encuentra en la difícil decisión de luchar por una convocatoria a la selección de Italia o caminar por la cómoda alfombra roja que lo lleve a la Videna. Hoy muchos hinchas confían en él, estarán atentos a su llegada tal y como lo estuvieron de sus goles, ovacionarán su entrada al campo y esperarán sus anotaciones con la selección peruana. Una historia repetida en donde el resto del equipo queda en la penumbra mientras todas las luces se ocupan de la figura.
Cada uno puede tener una explicación a este fenómeno. Aquí algunas opciones.
El hincha peruano ve fútbol y sabe de fútbol. Compara. Nuestro equipo es débil. Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Ecuador están por encima de nosotros. El patriotismo y el 'sí se puede' nos puede obnubilar un poco, es lo normal. No obstante, el hincha del Granada sabe que su equipo no saldrá campeón, que será el Real Madrid o el Barcelona, pero no pierde nada compitiendo, ilusionándose. Sin un equipo que nos avale, no nos queda otra opción que encontrar a la figura. Que represente a la esperanza que se extingue y aparece cada 4 años.
Depor consultó sobre el tema con Franco Ascenzo, psicólogo del club Sporting Cristal, quien argumentó que este fenómeno puede deberse a un tema de necesidad. "El hincha por definición es muy pasional. Las ganas de triunfar son enormes, esto se convierte en una necesidad por ganar, que lo lleva buscar un 'mesías', alguien que lo pueda salvar. Es como un niño que quiere algo pero no hace nada por tenerlo. Lo quiere mágicamente". Satisfacer esta necesidad nos lleva a la constante búsqueda de aquel jugador que nos pueda hacer conseguir aquello que anhelamos. Que nos devuelva la esperanza.
Consultando con Carlos Bejarano, sociólogo y periodista, este hace un paralelo con una de las conclusiones de la Comisión de Verdad y Reconciliación, en la cual se define a un profesor como aquel que todo lo sabe y a quien no se le puede refutar. "La gente ve en esta clase de futbolistas a un salvador. Se le atribuye, como a los políticos, no las características que tienen sino las características que nosotros deseamos que tengan. Se le endiosa rápidamente, sin cuestionarlos". Probablemente, pocos hayamos analizado el juego de Lapadula o Benavente fuera de sus goles. Asumimos que cuentan con las habilidades y el talento necesario para que nuestra selección mejore su rendimiento. Sin estar seguros, buscamos confirmarlo en eliminatorias, donde usualmente terminamos decepcionados.
A veces no interesa la idea de juego, la estrategia. Interesa que la figura tome la pelota y convierta. Que haga lo que prometió cuando lo vimos afuera, cuando su carisma y sus virtudes lo diferenciaban del resto, que nos hizo elegirnos para representarnos. Que nos solucione los problemas y nos clasifique. ¿Suena familiar, no? Esa inacabable búsqueda de aquel que nos saque del caos y solucione nuestros problemas se asemeja a lo que sucede en la política. Se asemeja mucho a lo que sucede en cada elección. Con la figura del líder por encima de las ideas.
Probablemente Lapadula continúe haciendo goles en el Milán. Su calidad como delantero es indiscutible. Sin embargo, ya hemos aprendido (con dolorosas derrotas y eliminaciones) que un jugador no hace el equipo. Allí podría estar la respuesta. Dejar a un lado al ídolo para enfocarse en los 11 jugadores, posición por posición, que podrían mejorar el rendimiento de la selección peruana en búsqueda del sueño que no logramos desde hace varios años.
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