El bajo nivel de Advíncula, que Ruidíaz tenga un solo gol en más de dos años y que Benavente nos siga haciendo esperar son temas por revisar, pero me preocupan menos que nuestra poca capacidad para imponer el juego que sabemos cada que vamos perdiendo.
Contra Estados Unidos nos costó una vida, y a los 86’ solo empatamos cuando debíamos ganar. Tampoco reaccionamos ante Alemania ni Holanda –eso sí, la desventaja llegó faltando muy poco–. Con Francia y Dinamarca, nada. Y a Colombia no le entrábamos, pero el tiro libre de Paolo lo arregló.
Curiosamente, el diagnóstico opuesto a lo visto en la Eliminatoria, en la que Perú regalaba los primeros tiempos y se sobreponía después (Venezuela dos veces, Argentina, Paraguay y Uruguay). Y lo hacía con autoridad, obligando al rival a meterse, escondiéndole la pelota.
Sí, ayer jugamos bien durante 45’, pero apenas Valencia hizo el primero, nos dominaron en lugar de atropellarlos nosotros. ¿Qué sucede? Ese hambre que se vio en el proceso, del que todos nos contagiamos, no lo veo ahora. Y me preocupa porque, tanto como el estilo, creérnosla era (es) el sello de Gareca.
Escribe: Miguel Morales