Para ser sincero, no recuerdo mi primera vez en un estadio. No tengo buena memoria. Pero haciendo un esfuerzo, sí puedo recordar el primer partido que vi enterito. Faltaban dos días para la Navidad de 1998, y estaba en casa de mi abuela Norma, solito frente al televisor (todos mis tíos son de Alianza). Y con el relato de Micky Rospigliosi –por un par de meses no llegué a trabajar con él en Ovación–, Universitario dio la vuelta olímpica ante Cristal en el Estadio Nacional.
Siempre digo que por mi papá, Elías, soy periodista deportivo (y por mi mamá, Lucía, un profesional). Mi ‘viejo’ tuvo un paso fugaz por la radio, pero perenne en mí. Me contagió ese ‘bichito’ y de paso el hinchaje por la ‘U’, que se fue convirtiendo con el paso de los años. Y que me llevó a un momento sublime para cualquier hincha del equipo de sus amores.
Finalísima entre la ‘U’ y Garcilaso, en Huancayo. 18 de diciembre de 2013. Salimos la noche anterior de Lima –junto a Eddy y Fernando, fotógrafos del diario– con la expectativa de llegar a las 7 de la mañana. Error. Un accidente en la carretera nos puso en jaque. Eran las 10 y seguíamos en Jauja, a una hora de nuestro destino. Y el partido comenzaba a la una.
Contra todo pronóstico, llegamos al borde del mediodía. Dio tiempo para dejar las cosas en el hotel, desayunar al paso y volar al estadio. Las calles estaban colmadas de hinchas cremas. En las tribunas, el mismo color. Para entrar, tienes dos opciones: quedarte en la zona de prensa, arriba del palco, o bajar al borde de la cancha. Siempre elegía lo segundo.
Dato no menor es que a medida que pasaban los minutos, y con toda la adrenalina de la llegada, sentía los 3259 metros de altura como un nudo en la garganta, y de ‘yapa’ el intenso calor. Me paré detrás del arco del ‘Pipa’ Carranza y fui aclimatándome.
El partido
Por varias razones, quería que gane la ‘U’. Cubría al equipo, tenía buena relación con algunos jugadores, fui muy hincha de ‘chibolo’ y deseaba ver feliz a mi papá. Que acabe el partido y llamarlo. Pero con el correr de los minutos, empezó el miedo. El ‘Garci’ era más, y no veía respuestas en el equipo de Comizzo. Solo desesperación, al punto que el ‘profe’ fue expulsado.
El gol de Galliquio desató una explosión de alegría. Pero el empate de Bogado fue un regreso a la tensión. Y el pase al tiempo suplementario. Hasta ahora lo pienso, y no sé cómo la ‘U’ pudo aguantar 30 minutos más porque estaba realmente fundido. Pero lo hizo. Y vi a escasos metros una infartante definición. Ya estaba pagado todo.
Pienso que los penales no son una ruleta –ganan los que patean mejor–, pero sí un constante estado de ánimo. Porque el primer tiro lo falló el ‘Chino’ Ximénez, y Garcilaso se puso 2-0. Ahí sentí que en la banca cusqueña ya daban por sentada la victoria. Pero apareció ‘San José’ Carvallo y Duarte para el penal definitorio.
Me olvidé de la altura, el calor y mi sobrepeso. Salí a correr y a grabar la vuelta olímpica con los jugadores. Me creí Usain Bolt. Obvio, acabé con la lengua afuera y sin piernas de regreso al hotel. Pero, ¿quién me iba a quitar lo bailado?
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