Matthijs de Ligt y Frenkie de Jong no son el inicio del fútbol holandés, aunque para las nuevas generaciones parezca lo contrario. El país de los tulipanes ha avanzado siempre mirando al frente, con una pelota en el pie y hasta con una visión diferente ¿Revolucionarios? Difícil. A ellos los dotan de dicho apodo cuando tienen éxito y ni la ‘Naranja Mecánica’, aquel potente equipo de los 70′, pudo levantar una Copa del Mundo.
Hablar de Holanda es nombrar Johan Cruyff, Marco van Basten, Ruud Gullit, Dennis Bergkamp, Ruud van Nistelrooy o Arjen Robben. Lamentablemente para sus compatriotas, ya ninguno destella fútbol en la élite porque, sí, están retirados. Ahora, ya sin ellos y con dos semifinales de dos mundiales distintos (2010 y 2014) en 10 años sobre la espalda, era necesario replantearse muchas cosas.
¿Había talento para seguir soñando en competir al más alto nivel? ¿Los clubes de la Eredivisie estaban en capacidad de ganarle a la Juventus, Real Madrid o Barcelona? ¿Los holandeses podían seguir emigrando a los mejores equipos del mundo como en su momento hicieron Rafael van der Vaart, Edwin van der Sar o Edgar Davids? La respuesta no era del todo sencilla. Sobre todo después de darse cuenta que lo ocurrido en Brasil hace ya cinco años había sido un espejismo logrado por Louis Van Gaal para tapar el papelón de la Euro 2012. Al final, la cortina se esfumó y los resultados terminaron viéndose con claridad: Holanda no estaba clasificada para la Eurocopa del 2016 ni para el Mundial del 2018.
El inicio de la caída libre
El dinero te impulsa, o te marea. Pero para que no pase lo segundo hay que saber gestionarlo desde el momento en el que se te inyecta. En el 2000, sin embargo, la KNVB (Federación Holandesa de Fútbol) se equivocó destinando los ingresos que les cayeron a su país –y al vecino– por ser la sede de la Eurocopa de dicho año.
Con los 9 millones de euros, Bélgica y Holanda decidieron cambiar el futuro inmediato del deporte rey en sus respectivas fronteras. Mientras los primeros lo destinaron para renovar la manera de trabajar el fútbol base, los segundos se basaron en el ‘plan Van Gaal’ que se centraba en potenciar las infraestructuras y la inteligencia táctica olvidando, eso sí, los principios dejados por Johan Cruyff acerca de la ideología futbolística tulipán.
Aunque el plan no parecía ir del todo mal, bastó poco más de una década para confirmar lo que parecía imposible. Los belgas ya dominaban a los mejores clubes del mundo (Eden Hazard y Thibaut Courtois en el Chelsea; Kevin De Bruyne y Vincent Kompany en el Manchester City; Romelu Lukaku en el Manchester United) y la madurez empezaba a pasarles factura en Rusia, donde consiguieron alcanzar la gloria del tercer lugar.
Los holandeses, sin embargo, parecían irse de cabeza a la nada. Su principal figura, Arjen Robben, se había retirado de la selección nacional y las lesiones no lo dejaban en paz ni en el Bayern Munich, club donde se convirtió ídolo. Luego, los Cillessen o Depay, a quienes les llegaban oportunidades en Barcelona o Manchester United, no parecían aprovecharlas del todo ni explotar sus mejores características para rearmar una columna vertebral que era necesaria para aliviar la tensión de su selección.
La confirmación
El avance en Holanda siempre estuvo de la mano del Ajax. Y cuando los capitalinos fallaron se sintió el golpe. Por eso, entre las temporadas 2015/16 y 2016/17 se confirmó que algo no estaba del todo bien en el país que viste de anaranjado cuando enfrenta un partido internacional. Aunque talento había, el trampolín no estaba del todo ajustado.
Dos dolorosísimas derrotas, primero ante el Rapid Viena (5-4 en el global) y después frente a Rostov (5-2 en el global) significaron, más allá de temas económicos, una frustración futbolística irrevocable. Para la 2017/18, la Eredivisie ya no tendría asegurado a ningún club (ni al campeón) en la fase de grupos de la Champions League.
Pero el fútbol es caprichoso y así como en aquel verano europeo del 2016, el Ajax tocaba el piso, meses después y finalizando esa misma temporada, el mismo equipo parecía haber devuelto la ilusión en los Países Bajos. De la mano de Peter Bosz, el cuadro de Amsterdam lograba llegar a la final de la Europa League ante el Manchester United y lo había hecho recordando los consejos del personaje más influyente de su país: Johan Cruyff.
Volver a los orígenes
Y así como en los inicios del siglo XXI el fútbol holandés parecía olvidarse de lo que pregonaba una de sus grandes figuras en la historia, el final de la segunda década empezaba a recordarlo con dos entrenadores que comulgaban con su estilo y que, precisamente, llevaron a los mejores momentos del Ajax en los últimos años.
“El problema está en los entrenadores, que ni se atreven a llevar su estilo a Europa ni a evolucionar este estilo adaptándolo al momento”, había escrito John Cruyff en el diario holandés De Telegraaf después de una eliminatoria de la ‘Orejona’ entre el PSV y el Atlético de Madrid. Años después, y aunque ya no haya estado para comprobarlo, esos mismos técnicos sacaron su lado ‘cruyffista’ para devolver a ese fútbol a la élite.
Los planteamientos ofensivos de Bosz primero y de Erik Ten Hag después hicieron que aparecieran los mejores rendimientos de jugadores jóvenes que ahora ilusionan con un nuevo proyecto. Matthijs De Ligt ya empezaba a ser ese líder defensivo desde la final de la Europa League –compartiendo zaga con el colombiano Davinson Sánchez–, mientras que Frenkie De Jong hizo recordar a los mejores mediocampistas de la época en la última Champions League jugando con experiencia en estadios como el Santiago Bernabéu o Juventus Stadium.
Al final todo terminó dando una vuelta de tuerca. Eso que pedía Cruyff se terminó dando tras una tormenta y los nombres empezaron a florecer para confirmar que el talento seguía estando en las fronteras holandesas –aunque alguno que otro, como Virgil Van Dijk, había salido antes de tiempo con destino Inglaterra– y que solo bastaba de la valentía de unas cuantas personas (sumemos a Ronald Koeman, quien agarró a la selección en crisis y la llevó hasta la final de la Nations League) para demostrar que una crisis se supera yendo hacia adelante.
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