El 2011 fue un año bisagra en París. Su equipo de toda la vida, el PSG, no lograba ser campeón de la Ligue 1 desde 1993 y la capital francesa –más conocida por la Torre Eiffel que por el Parque de los Principes– empezaba a desilusionarse del fútbol. Pero ya finalizando aquella temporada, una inyección de positivismo llegó para los hinchas que no perdían la ilusión en la ‘pelotita’.
Un grupo del Medio Oriente, conocido como Qatar Investment Authority y fundado por un antiguo emir de dicho país (Hamad bin Khalifa Al-Thani) se hacía con el 70% del club que, hasta ese momento, solo tenía dos campeonatos locales en su palmarés. En el momento de la inversión, el jeque tomó una decisión: el encargado de poner la cara en el club sería Nasser Al-Khelaifi y, desde entonces, es él quien dirige a la institución parisina.
Aunque el primer paso costó un poco –en la temporada 2011/12 no pudieron coronarse campeones– el dominio francés no tardaría en llegar. Después de finiquitar el 30% restante de la compra en la siguiente temporada, los qataríes lo tenía claro. Había que armar un imperio con los mejores futbolistas posibles para lograr lo que todo europeo quiere: la Champions League.
Mientras se forjaba la grandeza en Francia (desde el 2013 ganaron seis Ligue 1), la ‘Orejona’ parecía un tanto más lejana. La razón era simple: en España (Real Madrid y FC Barcelona) estaban las dos bestias competitivas más grandes del siglo XXI: Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Para vencerlos había que convencer al resto de que era posible a través de un proyecto deportivo ambicioso y con ganas de crecer.
Todavía no les ‘liga’
El primer nombre resonante en llegar fue Javier Pastore. La ilusión de conquistar algo importante desde París era imposible de rechazar. Un año más tarde llegarían las estrellas que empezarían a sostener mejor el proyecto. Thiago Silva, Lucas Moura y hasta Zlatan Ibrahimovic y David Beckham hacían pensar que la cosa iba en serio.
El sueco, que llegaba como la cara del equipo para los próximos cuatro años, aterrizaba sin ninguna Champions en la maleta. Ni el Inter, ni el Barza, ni el AC Milan lo habían conseguido con él en la plantilla. ¿Por qué no intentarlo con el equipo con el que compartía dicho deseo? Para la 2016/17, siendo el goleador histórico del club, el delantero dejaba Francia por Inglaterra con la misma espina clavada: eliminado en cuartos de final cuatro veces seguidas.
Junto a él, otro nombre que parecía llenar los ojos de los hinchas fue David Luiz. El brasileño, central del momento en aquellos años, fue otro de los líderes del barco, pero la falta de ambición lo terminó llevando a la islas británicas. No a Manchester como el delantero, pero sí a Londres, donde lo esperaba Chelsea. Ahí, irónicamente, ya conquistó un poco del 'Viejo Continente' levantando la Europa League en la 2018/19.
Tras la salida del delantero estrella, había que conseguir un acompañante para Edinson Cavani. Era difícil. Aunque había dinero, el tema pasaba por el convencimiento. De los mejores del mundo, ¿quién iba a preferir el PSG? Y de tanto pensar, e insistir, les llegó la oportunidad. Un campeón de Europa –y qué campeón– reforzaría al cuadro parisino. ¿Su nombre? Neymar Jr.
Ganó la ‘Orejona’ con el Barcelona, pero su objetivo pasaba por algo más grande: guiar a club en pañales a su primer título europeo. La unión podría salir perfecta, o no tanto. Dos temporadas después, la pesadilla de cuartos sigue latente. El brasileño, que llegó para acompañar al uruguayo, no tuvo suerte con las lesiones y Mbappé, que llegó para ser dupla con el ‘10’ después de lucirse en Mónaco, no pudo solo. Ahora, está a punto de dejar el club.
Lo que parecía ser una espina clavada se convertía en una espada. ¿Era una maldición? Y aunque lo pareciera, los ‘cracks’ seguían llegando. Dani Alves –el jugador más campeón en la historia del fútbol– se sumó al vestuario para aumentar el gen de campeón y Gianluigi Buffon, que con su veteranía soñaba con su primera Champions, tampoco fueron la solución.
Han pasado ocho temporadas desde que el dinero qatarí llegó a las arcas francesas y en Europa todavía no lo sienten. Algunos jugadores no parecen tener el peso de la historia sobre la espalda y otros, después de probar suerte, prefieren irse sin la promesa cumplida. No sabremos cuánto más tendrá que esperar Al-Khelaifi, lo que sí podemos confirmar es que los grandes jugadores son solo una parte y la otra, está claro, no se basa en el dinero.
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