Un gol agónico. Parecía que se le escapaba el triunfo, sin embargo llegó Rooney, avanzó con el balón, luchó y pasó a su rival, mandó el centro. Esperaba Marcus Rashford en el área y marcó en minutos de descuento, el triunfo para el Manchester United.
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Saltaron todos los suplentes del banco, abrazados todos pues la sensación al gritar un gol es mil veces mejor cuando el partido está por culminar. José Mourinho quiso, pero finalmente no pudo festejar.
Amagaba a todos aquellos que querían abrazarlo y celebrar con él. En su cabeza el partido seguía y no se le debía escapar. El portugués Obvió la alegría y de paso, impidió que Smalling empiece a festejar. Lo señalaba desesperado, el defensor tenía que ingresar.
A los 92 minutos fue el gol y casi de inmediato ingresaba Chris Smalling en lugar de Wayne Rooney. Por unos segundos, se postergó su celebración. Mourinho así lo quiso. Y así como él, muchos otros técnicos dejan a un lado la alegría y los abrazos de jugadores o asistentes, controlando la inmensa emoción de un tanto en la parte final de un partido.
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