La cantera, los jóvenes talentos y el futuro. Tres palabras claves que se repiten sin cesar en el fútbol actual y que a veces parecen ser una simple pantalla para tapar la realidad. En el Real Madrid, equipo que ha dominado Europa en los últimos años, así parece ser desde que Florentino Pérez cambió su estrategia de mercado: de sacar la billetera para llenar el Santiago Bernabéu de galácticos a probar suerte con las promesas de otros clubes.
‘La Fábrica’ –denominación para las divisiones inferiores del cuadro blanco– no se ha cansado de sacar jugadores de primer nivel, pero en muchos casos ha optado por dejarlos salir por la puerta falsa para que se consoliden en distintos equipos alrededor de la península ibérica. Fernando Pacheco (ahora arquero del Deportivo Alavés), Mario Hermoso (central del Atlético de Madrid), Álvaro Morata (delantero del Atleti), Pablo Sarabia (volante del PSG), Juan Mata (Manchester United) o Dani Parejo (Valencia) son algunos de los ejemplos que dejaron ir en el equipo más laureado de la Champions League.
En esos momentos, las decisiones parecían ir por otro lado. Mirar a los que brillaban fuera para ponerlos en el centro del mapa vistiendo el escudo que todos reconocen a nivel mundial. Los Ronaldo, Zinedine Zidane, David Beckham, Kaká y Cristiano Ronaldo entraban como gastos, mientras los que conocían Valdebebas desde pequeños se convertían en ingresos por la falta de oportunidad. Esa, entonces, parecía su regla para volver a ser los reyes de Europa (entre el 2000 y 2014 no levantar ninguna ‘Orejona’).
A la mitad de la segunda década del siglo 21, las cosas cambiaron para Florentino Pérez. Con cuatro Champions League entre el 2014 y 2018, la presión dejó ser tal y la posibilidad de dirigir el proyecto madridista hacia otro ámbito empezó a ser la prioridad. De esa manera, el fichaje de los mejores prospectos españoles destinados a reemplazar a Andrés Iniesta y Xavi Hernández en la selección empezaba a ser prioridad.
¿Que crezcan aquí?
Conseguir llevar al Santiago Bernabéu a futbolistas a los que el Barcelona también echaba el ojo ya era un logro. Marco Asensio (3,5 millones de euros al Mallorca), Jesús Vallejo (5 millones al Real Zaragoza), Dani Ceballos (16,5 millones al Real Betis), Brahim Díaz (17 millones al Manchester City) y Álvaro Odriozola (30 millones a la Real Sociedad) son de los principales nombres por los que el equipo del Paseo La Castellana invirtió para reforzar su plantilla con prospectos a largo plazo, pero que habían demostrado tener peso para jugar en la Liga Santander sin la necesidad de adaptación.
Todo, sin embargo, pareció ser una ilusión. Sumados a los que subían de la cantera (Diego y Marcos Llorente, Mariano Díaz, Achraf Hakimi o Raúl de Tomás), los jóvenes que ya no lo eran tanto empezaban a ver truncados sus sueños de brillar en el Real Madrid como lo hacían Luka Modric, Toni Kroos o Karim Benzema (Cristiano Ronaldo, digamos, está en otro nivel).
El banquillo, como es normal para los recién llegados a un club grande, empezaba a ser una cosa habitual para ellos y cuando entraban a la alineación titular –por rotación del entrenador– la falta de minutos les pasaba factura. La única puerta, entonces, estaba en las cesiones. La mayoría (salvo Asensio y Odriozola) terminaba fuera por obligación y empezaba a ver su decisión en perspectiva con alguna que otra sensación negativa.
Afuera, las 'joyas blancas' demostraban que sí tenían con qué hacerla. Los ejemplos sobraban con los 18 goles de Mariano Díaz (Lyon) en la Ligue 1, la dependencia del descendido Rayo Vallecano en Raúl de Tomás -anotó 14 tantos en la 2018/19 antes de irse al Benfica-, la regularidad de Hakimi y Marcos Llorente en el Borussia Dortmund y Deportivo Alavés (ahora se fue vendido al Atleti), respectivamente; o la importancia de Ceballos para Unai Emery en su proyecto dentro del Arsenal.
Al final, sea Zinedine Zidane, Julen Lopetegui o Rafa Benítez, las opciones seguían siendo las mismas. Los ‘consagrados’ eran inamovibles (hasta en este inicio de la 2019/20 donde supuestamente iba a haber una reestructuración total) y los planes de “dominar con españoles” empezaba a sonar más bonito en el papel que en la realidad. Los resultados, al fin y al cabo, pesan más que la paciencia.
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