Cada tarde, de lunes a viernes, en PoliDepor recibimos a deportistas de las más variadas disciplinas. Desde la natación hasta el muay thai, pasando por el bádminton, el atletismo, el remo y el tenis de mesa. Campeones y aspirantes. Chicos y chicas que dan gusto, determinados a superarse para destacar en la alta competencia, que se rompen el lomo con pasión en busca de una medalla para el Perú.
Cada uno llega con una historia distinta, pero todos se quejan del poco apoyo que tiene el deporte en el Perú. Muchos de nuestros invitados reciben alguna ayuda del estado, que siempre agradecen, pero que nunca es suficiente. Y aunque eso los pueda poner en desventaja, nada los detiene.
Como a Alonso Gamero, el campeón nacional de ciclismo, quien nos visitó ayer junto al resto del equipo peruano que compitió en la Vuelta de San Juan. Allí, donde se codeó con los mejores del mundo, Gamero sufrió un accidente en plena ruta; lejos de abandonar, retomó –magullado y adolorido– la competencia y terminó su etapa a puro nervio y adrenalina.
En estos tiempos de corruptela y sinvergüencería, el deporte ofrece a las marcas una excelente alternativa para asociarse a quienes mejor encarnan los valores humanos. ¿Existe acaso algo más cercano a la virtud y la heroicidad que un campeón amateur? Lima 2019 está a la vuelta de la esquina, pero las empresas tienen tiempo aún para ponerse las pilas y patrocinar –y asociar su marca– a los jóvenes que pondrán en el podio al Perú en los Juegos de Lima.
Los Panamericanos los jugamos todos. Los deportistas, pero también la ciudad, las empresas, el gobierno, los jóvenes, los medios, el país entero. Que no se les pase el tren.