Si hay algo que la luchadora Yanet Sovero siempre ha tenido es carácter. Y no es para menos: desde niña conoció la rigidez y la disciplina gracias a su papá, quien la despertaba a las 5:00 am para que saliera a correr junto a sus hermanos.
No solo corría. También hacía ranas, planchas, polichinelas y otros varios ejercicios, que se multiplicaban si no obedecía a papá. Aunque creció bajo una rectitud casi militar, Yanet sacó provecho de su infancia y desarrolló una gran capacidad física, esa que la hizo entrar a la lucha libre en el 2000, a los 17 años.
Con la tenacidad que adquirió de niña, Yanet Sovero aprendió todo sobre la lucha libre. Al poco tiempo ya se había situado en el trono de más de una categoría, que van desde los 58 hasta los 68 kilos. En el camino ha luchado con lesiones y todo tipo de problemas, pero nada comparable a lo que vivió en 2014.
Cuando se preparaba para el Campeonato Nacional, el cual definiría a la selección que iría al clasificatorio rumbo a los Juegos Panamericanos Toronto 2015, Yanet perdió a Ángel, uno de sus hermanos. No a una semana ni a unos días de que empiece el evento: a 8 horas.
“Él falleció a la 1:00 am y yo ese día tenía que competir a las 9. Estaba sola en el hospital, tuve que hacer los trámites sola y esperar a que lleven el cuerpo a mi casa para poder dejarlo ahí e irme a luchar”, comenta con nostalgia.
Casi sin haber dormido, y con la montaña rusa de emociones que una persona vive en situaciones como esas, Sovero estuvo a punto de no participar. Pero a la hora que la llamaron al colchón, pensar en su hermano ya no le dio tristeza, sino fortaleza: “Recordé lo orgulloso que se ponía de mí. Siempre estaba con su camiseta del Perú y le decía a todos que yo era Yanet, su hermana, una gran luchadora”.
Sovero no solo ganó aquel combate, obteniendo el cupo a Toronto. Ya en la cita panamericana, llegó hasta semifinales, instancia en la que perdió para adjudicarse, después, la medalla de bronce, dejando una muy buena impresión entre los especialistas.
Pero la influencia de su hermano continuaría. Meses después, en el Panamericano de Lucha Libre, Yanet Sovero tuvo una experiencia similar. “Estaba perdiendo un combate, tenía en contra los puntos y estaba de espaldas. Y en el suelo, de un momento a otro se me vino a la mente mi hermano. Me relajé de tal forma que me pude escapar del amarre y al final terminé ganando la pelea”, recuerda.
Hoy Yanet, con 36 años, se ha convertido en una de nuestras principales cartas para los Juegos Panamericanos 2019, en lucha libre por supuesto, esta vez en la categoría 68 kilos. “Yo trabajo para la medalla de oro. Para Toronto también lo hice, aunque no se dio el resultado. No te imaginas lo doloroso que fue no conseguirla, pero ahora será diferente”, promete.
En el cielo, como principal motivación y guía hacia la ansiada presea dorada, estará, literalmente, su Ángel. En la tierra, la razón de su vida hace 10 años, por quien soltó lágrimas en Toronto 2015, al no haberle podido regalar el oro: su hijo, su pequeño Diego Alonso.
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