“Los goles están hecho para gritarse, amigo. Juega la Selección Peruana. No entiendo cómo hay gente, como la dueña del edificio, que pide silencio, cuando tu país se juega la vida. Increíble. Ahora, ya nos botaron [risas]”, me comentó Pierre Ríos Incio - mi amigo - cuando llegue a la 1:30 a.m. al departamento que alquilamos. Claro, yo terminé una intensa jornada laboral para este Diario, tras la sufrida victoria de Perú sobre Uruguay; y él aún estaba despierto googleando en su laptop ‘alquileres de habitación’, pero feliz. En serio, jamás lo vi tan feliz.
- “¿Qué pasó, amigo? ¿Por qué nos botaron?”, le pregunto.
- “A las 7:35 p.m. [Dos horas antes del partido] recibí una llamada de Charo, la señora que nos alquila, solo para advertirme que si vuelvo a salir por mi ventana gritando ‘Gol, carajo’ nos sacaba”, me respondió.
- “¿Y lo hiciste?”, le repregunto.
- “No le prometí nada. Y le dije que si ganaba Perú, nos íbamos el 30, sin antes gritar por mi venta ‘Gol, carajo”, me confesó.
Evidentemente, la Selección Peruana ganó a un grande como Uruguay con lo justo, apretando y, por supuesto, cada gol fue gritado con fuerza ciega por este apasionado hincha, que – ante los goles de Paolo Guerrero y Edison Flores – escribió en su Facebook: “Se busca habitación”.
Más allá de lo malo que pueda parecer esta anécdota, Pierre, con sus gritos, encarnan el frenesí de esos apasionados creyentes en la Selección Peruana, y esto incluye también a los pesimistas y a los críticos de sillón con pensamiento derrotista.
Sin caer en triunfalismos, Perú nos ha regalado una alegría más, independientemente de que si va o no al Mundial de Rusia. Sus goles se gritan y se gritan bien, como la hicieron ayer las 30 millones de almas.
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